Mi paraíso tiene tu nombre.
No hay querubines tocando el arpa, Solo tu voz sensual, que me acompaña en el silencio de la noche.
No hay nubes algodonosas flotando por el espacio, solo tus pechos cubiertos por una gasa translúcida o al descubierto mostrando todo su esplendor.
No hay árbol del bien y del mal, solo tu fruta prohibida pidiéndome que la muerda.
No hay puerta de hierro, forjada por los arcángeles, solo tus muslos abiertos, invitándome a beber de tu cáliz sagrado.
En mi Paraíso no hay santos, ni ascetas, ni ermitaños, ni prohombres, ni mártires, ni cruces, ni misas sacras, ni cantos gregorianos, ni cardenales, ni poetas.
Mi paraíso tiene tu nombre, grabado a fuego en la puerta.
CARDEN@L
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