Cada vez que intento escribirte algo en el whatsapp, vuelvo a cerrar la conversación después de borrar lo que te he escrito. ¿Sabes porqué? Porque en mi cabeza no deja de retumbar tu voz preguntándome: ¿estás sufriendo? Y entonces no puedo. No puedo decirte que llevo semanas enmedio de la negación y la depresión. Que seguí con mis labores por algunos días pero que llevo una semana entera encerrada en mi cuarto viendo la tele, tratando de entretenerme para no escribirte, pero sin tener la fuerza para hacer nada. Que le llamo a E diciéndole que estoy en peligro de recaída de volver a buscarte y que por favor hable conmigo para olvidar o matar el tiempo. Para que me diga todo sin decirme nada. Para escuchar una vez más que no importa cuántas veces nos dejemos, tú y yo siempre regresamos. Y así engañar a la historia y no considerar que esta vez soy yo la que no te escribe. Porque sé que eso es peligroso.
Escríbele cuando sepas qué sentiste cuando te preguntó si estabas sufriendo.
Estoy sufriendo. Si. Pero va más allá de tu burda confesión. Yo lo supe mucho antes de que me lo dijeras. Y sé que llevabas semanas sino es que más tiempo acostándote con ella. Lo supe el día que hablamos después de mi cumpleaños. Lo vi en tus ojos. Y aunque no estaba preparada para la verdad, incluso sabiendo que esto iba a pasar, lo que me duele más no es que te hayas acostado con ella. Ni siquiera que hayas intentado mentirme, porque, como siempre, nunca me mientes. Al final del día, lo que me duele más, es sentir que, a pesar de todo, me sigues necesitando. Porque yo también te sigo necesitando, si es posible acaso humillarse más con esta necesidad. Y quiero odiarte por ser cruel conmigo. Y castigarte por no esperarme para ser yo quien se adueñara de ese protagónico como muchas veces me dijiste.
Veo tristeza en tu mirada. Sé que apenas ahora comienzas a extrañarme. Que no sabes bien qué pensar. No sabes si realmente estoy molesta o simplemente no he tenido tiempo para escribirte. Que te gusta encamarte con ella, pero en tu corazón deseas que cuando se meta al baño sea yo la que salga para preguntarte ¿qué cenamos rubio?, y dormirnos abrazados. Que no muy lejos de la superficie sigues siendo el mismo hombre que se enamoró de mi 11 años atrás y que ni el tiempo, ni la distancia, ni nuestras circunstancias o una pelirroja de por medio, han logrado que dejes de amarme, ni siquiera un poquito. Aún sé que soy yo el pensamiento constante en tu cabeza, con quien quieres compartir tu vida, a quien esperas viendo por la ventana.
Y yo todavía quiero ser la princesa que lleve al bebé en su panza como dice Victoria. Además y todavía.
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