Hay una mariposa blanca en mi hamper de Ikea.

Hamper de esos blancos, plástico, transparentoso y barato. De esos que "casi regalado" (de banderín amarillo que cuelga con letras grandes negras), de esos que: "déjame comprarlo aunque prefiera tirar la ropa sucia en la misma esquina donde al final separo por tandas porque siempre todos se quejan de la monstruosidad subcivil del huracán Pamela. Y total, no cuesta ná". -"Ná" primermundista.

"Todos" es, naturalmente, la aprensión de mi mamá grabada en mi cabeza.

Y ahora es feo y plástico y ocupa espacio aunque no es inutil y la mari... la mariposita anda atrapada o escondida; no preciso.

Intenté ayudarla a salir pero no se dejó. Tenía miedo de tocarla y ella luchaba como por la vida por no dejarse atrapar.

Entonces pensé que quizás mimetiza. Blanco en blanco: un lugar seguro donde descansar.

Sea sueño o muerte, me pregunto de qué huye y se esconde.

Hacía mal con mi noción de libertad. Desampararla por mi ventana como a un Free Willie cualquiera.

Quizás teme al abejón gigante que hace unas horas entró vibrando por la ventana y al que yo también temí.

"No, no... vete, vete.. no... a tu izquierda esta la ventana." Mientras señalaba con mi regla su camino de vuelta.

Se trababa el infeliz entre las cortinas y el cristal de la ventana.

Me pregunto en qué cosa tan tonta andaré atrapada yo