Es martes, y llueve. Son las diez pero sigo en la cama. Apenas he dormido por hacer nada. Me despertó el vecino haciendo mucho ruido. Fuera llueve, está gris y yo solo pienso en tenerte cerca para resolverte, como un puzzle, dentro de mi. Y fuera haz contigo lo que quieras, que hay cosas en las que una no entra, pero yo te necesito clara, ordenada... y entera.
Eres como la primavera: un día haces sol y tres llueves, calándome entera. Siempre me pillas sin paraguas. Haces calor y apeteces, me tumbo bajo el sol a disfrutarte y mañana bajas de temperatura, sin avisar, y desapareces el sol.
Cuando apareces le das a todo color, devuelves el vuelo de los insectos que vienen a preñar de futuros las flores, charcos en los que saltar -a pesar de los treinta-, el calor del verano y la tardes de siesta. Pero también traes contigo una impredecible alergia. Haces llover en mis ojos, sin pretenderlo siquiera.
Eres como la primavera. Me vuelves un poco loca y, por desgracia, no como yo quisiera.
Si quieres que juguemos a florecer vamos a probar mis reglas, éstas ya me cansan y no siembran la tierra. Que no me quito una prenda más si no me enseñas tus nubes, pero prometo verte llover, si quieres, y regar contigo mis flores, siempre que escampes tras la tormenta.
Es martes, llueves, y yo solo pienso en esta lenta primavera y en los lunes que te debo. |