Sentado, los hombros
cansados sobre la mesa
se oye el graznido del cielo
el frío aire sin permiso entra,
para abofetearme y despertarme
del la abundante neutralidad
con la que hace tiempo miro

y los gatos invaden mi cocina
buscando en la basura
algún resto de comida
mientras el energúmeno día se termina
para darle otro comienzo al ciclo
de las horas roídas
y los lunes sin sangre

se acerca el sueño,
el sueño que mucho dice
y poco cuenta
y adormito en mi cabeza
con imágenes, reflexiones
para acribillar el tiempo
porque pasar el tiempo
es pasar la vida
y la vida no es mas
que el tiempo
pasándonos por encima

y quiero dormir cien años
despertar y ser testigo
del final de los finales
caminar entre las ruinas
indiferente e improvisando
bailando, bailando a destiempo y silbando

¿Qué tanto me hubiese ahorrado
Acaso el no haber nacido?
Solamente el todo de haber vivido
Y el suspiro final de la muerte
Que se extingue como una vela
Una risa y un llanto
Que no significan tanto

Unos cuantos momentos,
Radiantes como la aurora
Un millón de horas
Oscuras como una sombra,
Tristísimas como el domingo
¿Qué tanto me hubiese ahorrado,
Acaso, de la vida el completo exilio?