En la vida hay todo tipo de adicciones.
Puedes ser adicto a los videojuegos, adicto al alcohol, adicto a la pereza, adicto a las peleas, adicto a la adrenalina, adicto a la música, adicto a las mujeres (o a los hombres), adicto al sexo (como yo lo he sido en distintos momentos) o adicto a las drogas.
La adicción es una magia que te transforma. Te cambia la visión. Vez las cosas fáciles, te desdibuja la realidad, te lleva aun mundo "deleitoso" -virtuoso- y frágil. Te sientes un dios.
La adicción te transforma. Te olvidas de los problemas -o estos- se hacen pequeños. La adicción es mágica pero al final suele ser trágica. Pues esa hermosura, del ambiente, las nubes de felicidad, las montañas de dulce, los ríos de chocolate, los viajes sobre el cielo, las figuras alegres, todo, se transforma en un caos.
No sabes a donde vas, vuelves a una realidad más cruda -tosca-. De un "paraíso existencial" pasas a una selva inhóspita y absortadora. Y en cada viaje es más fuerte el cambio, el contraste. Lo que antes era un alivio se ha convertido en una pesadilla.
Sin regreso. Sin salida.
Y cuando acaba al fin estás peor que al principio y buscas de nuevo una salida para adentrarte cada vez más a tu problema.
Y morir poco a poco
sin querer queriendo
y aún así sabiendo
que mientras más intentas salir
más estás dentro.
-1996- |