Me preocupé y atormenté tantas veces, porque creía que estabas triste, porque te faltaba algo, o más bien alguien. Trabajé duro para que esa ausencia no se notara. Pero muchas veces, en ese esfuerzo no te miré. No ví en tus ojos la alegría. Hoy te miro, te veo y te entiendo. La mayoría de las veces trato de entenderte. Pero ahora te miro siempre, hasta la profundidad del alma que se refleja en tus ojos vivaces. Ya no pierdo el tiempo.
Te escucho... me encanta escucharte... eres tan perfecta!
Y asi un día te escuché diciendo: "tuve una infancia super feliz"...
Sonreí, no me viste, no te diste cuenta porque estabas ocupada contando anécdotas divertidas sobre tu niñez, las que reviví a través de tu relato.
Hoy, a tus 17 hermosos años, tengo la certeza de que eres feliz, de que siempre lo has sido y de que no quiero perder más tiempo tratando de enmendar errores de otros, sólo pretendo estar a tu lado y entregarte el amor inmenso e inagotable que tengo para ti. Porque no me pides nada más que eso. Porque cuando dices que te enorgulleces de tener una madre como yo, soy al fin capaz de perdonar y de agradecer los malos tiempos, porque por sobre ellos nos hemos construído y reconstruído.
Nuestra historia se repite muchas veces y asi también es particular, porque no hay un equipo como el nuestro y una complicidad tan perfecta.
Comprendemos nuestras enormes historias y también nuestros silencios, las sonrisas y lágrimas, la pasión y el desgano.
Mi pequeña mujercita eres como una ráfaga de viento en dias soleados, eres mi compañera perfecta en este camino.
Te amo Camila, hija mia. |