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23/03/2016


PAJARITAS


D. José, era el farmacéutico de esa pequeña ciudad provinciana. Hombre educado y distinguido, lo llamaban Pajaritas porque, ya fuera de día o de noche, estuviera dónde estuviera, siempre se mostraba impoluto y pulcramente vestido de negro, acabando en una coqueta y elegante pajarita.

El cuerpo no le andaba a la zaga, era menudo, entrado en años, y un pelín encorvado. El trato en la botica, muy afable, a los niños nos regalaba algún que otro caramelo cuando salía de aquel mundo de alquimia y misterios de la rebotica.

Pertenecía a una familia de rancio abolengo y muy, pero que muy rico, más no se le conocía vicio alguno, hombre de costumbres, prudente y de una amabilidad exquisita.

La botica y todo cuanto le rodeaba, era refinado, los estantes de madera cargados de botes con filigranas y dibujos menudos de flores, con el nombre en latín y primorosamente, colocados de mayor a menor. La Farmacia emanaba un olor mezcla de esencias, bálsamos y lociones varias. Las pastillas “Juanolas” nacían debajo del mostrador principal, pues invariable y mágicamente, las extraía de allí, agitaba la cajita a modo de sonajero y hacia que los niños pusieran las manitas y con un clik brotaban unos minúsculos rombos negros con sabor a regaliz. Las madres de inmediato les decían, ¿que se dice? Y con voz amorosa los niños contestaban educados: “gracias”.

Pajaritas, no hacía vida social, nunca se juntaba en el café, como mucho saludaba cuando se cruzaba en el paseo con las autoridades, nunca se paraba, inclinaba levemente la cabeza y continuaba con su paseo.

Era soltero, y hasta donde se sabía, no se le conocía romance alguno. Bien pudiera ser que para contrarrestar al calavera de su hermano, pero esa es otra historia…

María Auxiliadora, mujer guapa, discreta y virtuosa católica, vivía con su hermana desde la viudedad. El boticario la miraba discretamente desde un extremo de la iglesia, hasta que un día se envalentonó y le solicitó permiso para acompañarla en el paseo. Ella accedió encantada y prudente. Desde ese mágico día, lloviera, tronara o hiciera un calor bochornoso, Pajaritas en cuanto cerraba la farmacia, se acercaba hasta la casa de Maria Auxiliadora y ella, que ya le estaba esperando, salía primorosamente arreglada y caminaban durante una hora. El paseo solía ser siempre por la orilla del río, discretos, pero sin esconderse, intercambiando palabras y confidencias, pero no conversaciones seguidas, todo mesurado y calmo. Cuando regresaban, en la puerta de la casa de ella, podían permanecer alrededor de media hora festejando.
Eso era muy normal en España durante los años 58, 60 y 70, digo esas fechas porque pajaritas y Maria auxiliadora estuvieron exactamente 22 años festejando.

Al principio fueron muchos los cuchicheos de esa pequeña ciudad, ya lo eran para toda pareja que se iniciase el noviazgo, cuanto más entre el boticario y la viuda, pero ellos jamás dieron escándalo alguno y con esa normalidad monótona, consiguieron que los vecinos se habituaran a esa figura costumbrista, sin darse cuenta y “como aquel que no lo quiere”… se hicieron mayores viendo pasar las estaciones, su hábito era tan a diario que no despertaban expectación alguna, igualito que ver crecer a las plantas. Solo de vez en cuando, en alguna charla de café, y con el máximo respeto, los hombres se preguntaban ¿qué noviazgo era ese del Pajaritas y Maria Auxiliadora?,¿No se casan?, -nunca entró en casa, aseguraban.... Se dejó pasar...

Un buen día, D. José, alias Pajaritas, no acudió a la cita, intranquila Maria Auxiliadora, mandó recado al alcalde para que averiguara lo que podía haberle ocurrido. Alarmados por lo extraño de la falta acudieron al caserón, y allí, en la rebotica, con la bata a medio quitar estaba tirado e inerte, como un pajarito, D. José.

El misterio del noviazgo de 22 años entre D. José, Pajaritas, y María Auxiliadora, ha sido un enigma sin resolver, las gentes hablaban y hablaban porque de tanta cotidianeidad no se dieron cuenta de lo estrafalaria de esa relación hasta su muerte.

Aún hoy en día se recuerda, y flota en los anales de la ciudad el arcano de ese Amor misterioso.

EPILOGO:

Cuando le conté a mi amigo Manuel la historia, tal y como la relato en este cuento, me dijo rotundo y pragmático:

-Que misterio, ni que misterio: ¡era homosexual!

Continuará…

Texto agregado el 07-04-2016, y leído por 165 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
07-04-2016 entretenida historia con un remate alucinante seroma
 
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