EL GALLO DE LUCIANO
Hace centurias, cuenta la historia de la literatura existió un gran escritor quien hizo de la sátira su expresión preferida, él no dejó “títere con cabeza” como coloquialmente se dice, fue atrevido, irreverente, irresponsable para muchos, pues en su época había castigos muy severos para quienes trasgredían las buenas costumbres al hablar o escribir.
Este personaje de quien hago referencia fue Luciano de Samósata, nació en Siria en el año 125 d.C. cuando ésta pertenecía al Imperio Romano. Este escritor hizo de la retórica una expresión humorística, sus obras y principios bien pueden aplicarse en la actualidad, finalmente la condición humana sigue padeciendo los mismos grilletes de antaño, Arthur Schopenhauer lo menciona en sus Petits écrits français: donde dice que todos los siglos se parecen en dos cosas: la maldad y la estupidez de los hombres, sobre todo la estupidez, considerada por él como un mal inmemorial.
Regresando con Luciano de Samósata resulta por demás pertinente mencionar algo acerca de sus obras, ya sean diálogos o narraciones, van ironizando sobre ciertos puntos de vista y ciertas filosofías. Van desgranando las miserias de los que se creen por encima de todo y de todos. Así en “Cuentistas o el descreído”, “Lucio o el asno”, “Relatos verídicos”, “Icaromenipo o Menipo en los cielos” y desde luego mi preferida “El Gallo” donde nos encontramos a Pitágoras reencarnado en gallo.
El famoso gallo de Luciano de Samósata, el cual habiéndose transformado primero en filósofo, bajo la figura de Pitágoras, y luego sucesivamente en hombre, en mujer, en rey, en simple particular, en pez, en caballo, en rana, y creo hasta en esponja, se convenció por fin no haber animal más desdichado que el hombre, porque todos los animales se contienen dentro de los límites de su condición, y sólo el hombre intenta franquear los límites impuesto por la Naturaleza.
Así es la condición humana exacerbada por su estupidez, se desea ser todo a la vez, incluso cosificarse… lobo, simio, niño negroide, conejo dientón, muchacha sicario o rayito de luz. ¿Jotería senil esto último? Ah, eso solo el estulto lo sabe porque la estupidez es algo evidente para todos, excepto para quienes comparten ese defectito y para quien la sufre o se regodea con ella y en ella. Por supuesto el estúpido es el último en saberlo —y eso si se le llega a dar aviso. Entonces no es tan infamante ser estúpido, —deben pensar algunos— pues “mal de muchos, consuelo de otros tantos”. Lo verdaderamente estúpido es publicitar tal condición para evidenciarse en lo que realmente se es.
¡Grande eres Luciano de Samósata! ¡Visualizaste al hombre-gallo de nuestros días! ¡Él… tan campante entre nosotros!
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