Hace muchísimo tiempo vivían unas rosas cerca de un pantano, también vivían allí unos sapos que no dejaban de mirar como florecían las rosas, lo hermosas que eran, la suavidad de los pétalos y el aroma encantador que tenían.

Un día un sapo se quedó embelesado mirando a una rosa que acaba de florecer, recién había abierto sus pétalos, aún no tenía buen tamaño pero ya era hermosa como sus demás hermanas. Estaba tan extasiado que pregunto: “¿Por qué eres tan bella?”; la rosa sonrió pero ni le miro, después de un largo silencio dijo: “La reina de las hadas ha puesto toda la perfección sobre nosotras, haciendo que el mundo entero no pueda dejar de contemplarnos … sin embargo a ustedes solo les ha dejado el cuerpo y color más pestilentes del pantano, mira tu cara sobre el agua y verás que eres horrible”-hizo una pausa y continuo-“es tu lengua la que debe comer las sucias moscas que pasan por acá”.

Enseguida el sapo se sintió irritado al escuchar esas palabras tan hirientes que le dijo a la rosa: “eso es lo que crees, pues entérate que nosotros hacemos que no hayan tantas moscas cerca de ti ni te lastimen con sus patas. Además tu belleza es pasajera, porque en unas semanas perderás la lozanía de tus pétalos y estarás marchita; mientras que yo seguiré aquí contemplando otra rosa. La reina de las hadas no nos dio la belleza de ustedes pero nos dio más tiempo de vida”.

Entonces la rosa contesto: “mientras este aquí seré la más hermosa de las flores pero tú serás el animal más horrible del pantano”. El sapo se irrito aún más entonces saco su lengua y se comió a la rosa.

Desde entonces la reina de las hadas le dio a las rosas espinas en sus tallos para protegerse de los depredadores que quisieran comérselas o llevárselas.