EL EXTRAÑO PASAJERO
Por entre las rendijas de las persianas se colaba algo de luz, Helen parpadeó, miró el despertador y era tempranas horas de la mañana; por su mente corrían sus últimos pensamientos y se desperezaban células que estaban dormidas en su cerebro, se espabilo, abrió las ventanas y percibió la fresca brisa matutina. Sobre su mesa de noche reposaba un boleto de pasaje programado, lo miró y se dio cuenta que tenía que apresurarse para poder llegar al aeropuerto antes de las nueve y treinta a.m., se duchó y comió un ligero desayuno; seguidamente tomó las llaves de su vehículo y lo puso en marcha vía al aeropuerto.
Al momento de llegar al Aeropuerto Helen miró la esfera de su reloj y justamente había llegado a la hora de tomar el avión; se subió y tomó uno de los asientos que daban hacia la ventanilla, cuando el avión empezó a elevarse ella se asomó por la ventanilla, era inevitable no contemplar los maravillosos y fascinantes paisajes que mostraba la naturaleza tanto arriba como abajo, pensaba que no contemplarlo era no conocer ese otro mágico y majestuoso mundo que nos da la paz cuando más lo necesitamos. Después de haber contemplado los mágicos paisajes, dio gracias al genio del cielo y a los hermanos Wright Oville y Wilbur por hacer posible el sueño del hombre de poder volar como aves por el aire, quizás buscando un acercamiento más íntimo con la naturaleza. Helen se acomodó bien en su asiento, tomó su bolso de mano y sacó un libro para leer, estaba leyendo cuando el avión empezó atravesar el océano y sorpresivamente una luminosidad no usual entró por las ventanillas del avión deslumbrando su vista momentáneamente, y en un microsegundo el avión subió y bajo como gravitando en el espacio, en esos instantes Helen sintió una extraña e inefable sensación de no poder descifrar que era lo que estaba pasando, instantáneamente sus ojos fueron atraídos hacia el asiento de enfrente y vio a un extraño pasajero, estaba patidifusa porque ese asiento estaba vacío cuando ella subió al avión, él levantó sus parpados con lentitud y sus ojos sumidos la miraron, enormes y vacíos y con una llama blanca y brillante en las profundidades de sus orbitas, sorpresivamente su mente como que se elevó y en un cerrar y abrir de ojos ya el extraño pasajero no estaba, pero sin embargo sobre su asiento reposaba una hoja con un manuscrito con letras muy brillantes que decía: Enigmas no resueltos; enseguida una corriente de pensamiento paso por la mente de Helen y era que estamos conducidos por una mano invisible, mano que nos maneja a su antojo que se llama destino.
F I N
Cuento Ficción por:
Maite Katiuska Moreno
04-04-2016
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