“Díganme niños —preguntó en la escuela el profesor—. ¿Cuál es la diferencia entre ignorancia e indiferencia?” Respondió Oscarín: “No sé y me vale”.
Hola, soy un profesionista jubilado que de joven fue exitoso, de lo que doy gracias pues llegué a la edad de plenitud con medios económicos suficientes, razón por la que un cínico amigo mío dice: “por esos te revolotean tus parientes”. Yo, desde luego no lo creo, sino que ellos me rodean por amor. ¿Ustedes qué piensan?
A mi edad se hacen muchas preguntas y hay dudas. Siempre me ha llamado la atención que el Dios del Antiguo Testamento es riguroso y cruel, con sañuda venganza envía terribles castigos sobre los hombres: inunda el mundo; incendia ciudades; manda terribles plagas destructores. En contraste el Dios del Nuevo Testamento es un Dios de perdón; de bondad y mansedumbre; todo en él es amor. Desde luego no le he preguntado a mi amigo de marras, sino que yo me lo explico porque el Dios del Antiguo Testamento no conoció una madre; el del Nuevo Testamento sí.
En fin dejémonos de disquisiciones metafísicas y volvamos a la realidad.
Hay otras reflexiones que me vienen a la mente. He llegado a la conclusión de que hay dos tipos de hombre que se esfuerza en vano, el que amontona dinero sin gastarlo y el que adquiere saber sin aplicarlo.
El dinero ya está en mi vida y cuando pasé los 60 años, para que no me visitara un amigo alemán, me aconsejaron que estudiara. Y ahí me tienen, cursando el curso completo de inglés. Al terminar muy orondo me fui a los Estados Unidos a practicarlo. ¡Sorpresa! Todos me hablaban en español: los meseros, los encargados de los hoteles, hasta la gringa fea de la frontera que revisó mi visa (a propósito gringas bonitas sólo salen en el cine, en la realidad las que ve uno son de dar un miedo al susto), ella me habló en español. A lo mejor porque fui al sur de Texas.
Siempre me he sentido intelectual, de joven incluso fui catedrático de preparatoria. Así que cuando mis nietos estudiaban para presentar examen de admisión para la universidad generosamente quise ayudarlos para prepararse (saben, ¿no sé porque los abuelos son tan ofrecidos?) Me dijeron que sí, y literalmente me mandaron a freír espárragos. La niña ya está en la facultad de medicina y el joven en ingeniera civil. Claro, recordé tardíamente que yo también de muchacho consideraba a los viejos un estorbo (a lo mejor es cierto)
El matrimonio siempre es causa de controversia, leí que el casado es el único que duerme con el enemigo. Unos matrimonios acaban bien, otros duran toda la vida. El matrimonio es como cuando vas a un restaurante y te das cuenta que el platillo del vecino está mejor que el tuyo.
El divorcio ocurre cuando tu media naranja ya se ha convertido en medio limón. Un frecuente motivo de divorcio: incompatibilidad de ronquidos. La causa de que haya tanto divorcio es el matrimonio.
Es malo que te acusen de acoso sexual, pero es peor que te acusen de ocaso sexual.
Ahora bien, entonces ¿la alegría esta negada a los viejos? Claro que no. Llegue a tres conclusiones que se las paso al costo. Olvídense de los problemas familiares y el dinero que tengan gástenlo en cosas verdaderas útiles para ustedes: un buen whisky, ver damas en divertidas comedias musicales (conste: verlas solamente, no arriesguen el pellejo en otras cosas). Felicidad es darle vuelta a la almohada y seguir durmiendo. Y termino aconsejándoles que sigan las palabras del Gran Gabo (Gabriel García Márquez): “La vejez es un honrado pacto con la soledad”.
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