Se me perdió
Lo busqué afanosamente por todos los rincones de la casa. Una y otra vez, estaba convencido de que lo encontraría. Fue un recuerdo que trajimos de las vacaciones en las sierras, que empecinadamente quería encontrar.
-Lo habrás tirado por cualquier parte.- Fue la ayuda y comprensión que me brindó mi esposa.
Siempre caía en la misma, cuando solicitaba ayuda en un determinado tema sobrevenía la crítica despiadada a mis costumbres hogareñas.
Buscaba ayuda y recibía rezongos; si al menos me acercara una pista. Pero no, nunca ocurría.
-¡Siempre desordenado!
-¡Vaya a saber donde lo dejaste!
Para que insistía si recibía siempre la misma respuesta. Ni siquiera un intento de acompañarme. Era el duro castigo por mi comportamiento.
En fin, ahora me quedaba solo en la búsqueda.
Recordé una frase a modo de broma que dice que lo voy a encontrar en el último lugar que busque. Es lógico, una vez que lo encuentre ya no exploraría mas. Aunque absurdo me resultaba reconfortante.
Probé con la fórmula de dejar un vaso boca abajo, un ritual que asegura la efectividad. Mientras escudriñaba por toda la casa, me topé con un sinfín de vasos que por circunstancias similares habían sido dejados.
En los límites del delirio, intenté sentir la energía de los objetos, extendiendo mis manos hacia adelante a modo de bendición y esperar sentir la intensidad del objeto al acercarme a él.
Recordaba los juegos de la niñez donde escondíamos algo y nuestro compañero nos acompañaba con las palabras: frío, tibio o caliente en alusión a la cercanía del en el hallazgo del objeto.
Qué bien me hubieran venido una de las palabras, pero todos sabemos que es un juego y esto es la vida real.
Sé que no lo voy a encontrar, pero una tozudez inconsciente de obliga a continuar.
Por culpa de aquel objeto, cancelé todos los compromisos sociales que tenía planeados. En esos momentos quedaba abstraído en mis pensamientos, alejado del tiempo y del espacio.
Pensé en recordar los momentos previos a la pérdida con la esperanza de que al retroceder sobre mis pasos llegaría al momento del encuentro. Lo malo es que habían pasado ya tres años, y los recuerdos se pierden cuando se trata de cotidianidades.
¿Y si digo que lo encontré?
Me devuelve un poco de dignidad, aunque no me reconforta el alma. No importa tengo que terminar con este sufrimiento.
-Querida, ¡lo encontré!
-¿Dónde estaba?
-Dentro de una cartera tuya que no usabas hace años.
-¿No me estarás mintiendo? No llevé esa cartera cuando fuimos a las sierras.
La cortas patas de las mentiras solo puede borrarse con otra mentira mayor.
-Recuerdo que yo te pedí aquel jueves de marzo del 2012 que le buscaras un sitio seguro y me aconsejaste la cartera marrón.
Es importante dar detalles de la mentira para hacerla, creíble y verdadera
-Puede que tengas razón, ¿Me la muestras?
Alcance a ver el vaso boca abajo, que por vergüenza no pude darlo vuelta.
OTREBLA
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