La rebelión de los ángeles
La Biblia cuenta que el levantamiento de los ángeles capitaneados por Luzbel, se produjo cuando Jehová les revelo que se reencarnaría en hombre y que ese hombre que sería también Dios al que le deberían la misma obediencia que a él mismo.
Según parece esto no sentó muy bien a aquellos espíritus puros ya que según su entender habían sido creados para adorar a un solo Dios a Jehová, y no les pareció justo que se cambiaran las reglas que les habían impuesto desde que existían, que por cierto decían, había sido mucho antes de la creación de los hombres, comenzando desde entonces un profundo descontento que al final acabo en un levantamiento.
Pero detrás de esta versión oficial que no dudamos cierta, desde hacía muchos siglos había muchas quejas y reclamaciones motivadas por la ordenación jerárquica celestial que fueron un magnifico caldo de cultivo para que al final se rebelaran.
Los ángeles estaban organizados en tres clases sociales muy bien diferenciadas, la más alta, que podríamos comparar actualmente con lo que llamamos clase dirigente, era la más afortunados por su poder, por sus influencias y sus prebendas, la formaban los serafines, los querubines y los tronos, todos muy próximos al ser supremo y por tanto al poder, sus funciones podríamos definirlas como representativas, más bien etéreas y carentes de esfuerzo, su tarea principal era estar siempre al lado de Jehová para adorarle, amarle y contemplarle, ni siquiera se les podía definir como consejeros, ya que Dios no necesitaba consejos, era los más privilegiados, los más queridos, los de mayor prestigio y los que ostentaban el máximo poder entre todos los seres celestiales.
El escalón inferior, formado por los dominios, las virtudes y los poderes, podríamos encuadrarles según un símil actual, como los funcionarios del cielo, sus misiones eran más bien administrativas ocupándose de hacer listados de hechos acaecidos, archivos de peticiones y demandas, informes, traspaso de órdenes al escalón inferior, etc, no tenían las atribuciones de los anteriores, pero tampoco se sentían ni disconformes, ni revolucionarios, eran la clase media acomodada del cielo.
Y por último el tercer grupo, el formado por los arcángeles, los principados y sobre todo por multitud de ángeles a secas, que eran los “currantes”, los trabajadores, los que realizaban las tareas más ingratas, a los que todos mandaban y a los que en muchos casos se les exigía grandes responsabilidades si cometían algún fallo en sus tareas.
Basta para aseverar lo anterior el pensar en los ángeles a los que se les asignaba la asistencia a un mortal, los llamados ángeles de la guardia, que ya en aquellos tiempos eran mucho millones, uno por humano, un trabajo muy ingrato, por el que en ocasiones recibían duras reprimendas si la persona a la que atendían sufría un accidente, realizaba un mala acción o lo que todavía estaba peor visto en el cielo, se cambiaba de creencia y religión y tampoco andaban mal los arcángeles, que eran los encargados de la comunicación con el mundo, todo el día volando de un lado para otro llevando un mensaje, una buena nueva, una orden a un mortal, el aviso de una próxima aparición o algo similar, era una tarea agotadora.
Estos ángeles a los que podríamos asimilar con la clase obrera de nuestra sociedad, llevaban muchos siglos descontentos y no solo porque realizaban los trabajos más duros, sino porque se sentían infravalorados, en muy pocas ocasiones tenían la posibilidad de ver al jefe supremo y mucho menos poder hablar con él, sus interlocutores siempre eran los del grupo administrativo que se limitaban a darles las ordenes sin razonarlas o comentarlas.
Por eso no era raro que hubiera entre ellos un cada vez más creciente movimiento de descontento, que capitaneado por Luzbel, que personalmente estaba además muy enfadado porque hacía mucho tiempo esperaba un ascenso que nunca llegaba, estuvieran todos de acuerdo en que eran los explotados del cielo y que ya era hora de que se reconocieran sus virtudes.
Así que casi todos los fines de semana había manifestaciones de protesta en las más importantes plazas del cielo, al principio silenciosas, pero después vociferantes y cada mas reivindicativas, siempre alrededor de carteles y pancartas que recogían bien sus peticiones y el que creían injusto proceder en sus superiores.
“Menos contemplar, y más trabajar”, claramente dirigida a serafines y querubines, o “Si todos somos hijos de Dios, todos debemos tener los mismos derechos” o “El cielo es para el que se lo trabaja”
Manifestaciones y protestas que producían un gran descontento e incomprensión entre la comunidad angelical no afectada por esas demandas, que no podía entender que les pasaba a los ángeles y porque no consideraban positivamente su esencia angelical, que tenían la fortuna de vivir desde que habían sido creados en el paraíso, que eran inmortales, que habían nacido sin pecado, que eran espíritus puros y que no conocían el mal, en fin que no llegaban a asimilar que siendo unos seres privilegiados, atacaban a su divino creador
El caso es que fuera como fuera, la cosa llego a mas y Jehová decidió intervenir, encargándole a Miguel que resolviera el problema como fuera, recordándole que podía incluso usar para disolverles la espada flamígera que estaba arrinconada y que se había utilizado en contadísimas ocasiones.
Miguel que era también un arcángel, sin embargo gozaba hacía mucho tiempo de muchos favores, pues siempre había sabido estar cerca del poder, acogió con agrado la misión pues estaba si resolvía el asunto conseguiría el titulo de dominio, por el que llevaba mucho tiempo suspirando.
El arcángel, que apuntaba muy buenas maneras políticas, resolvió el levantamiento sin violencia, proclamado un ERE entre aquellos trabajadores, quizá el primero y más grande de la humanidad, pues afecto casi a la tercera parte de los protestones, que de un día para otro se encontraron en la calle sin trabajo y sin casa.
Es pues normal que muchos de ellos reaccionaran muy mal ante la expulsión, agrupándose alrededor de Luzbel, al que le habían ya cambiado el nombre por orden de la superioridad y se le llamaba Lucifer y fundaran casi de inmediato el Infierno, más que nada para molestar a Jehová, aunque los que salieron perdiendo fuimos los humanos.
No obstante a un pequeño grupo de ángeles, les pareció la medida muy drástica y no pidieron plaza en el Infierno, pero como tampoco fueron aceptados en el cielo porque no se fiaban de ellos a pesar de que se arrepintieron, se quedaron entre dos mundos vagando por ahí y son los seres en pena que se manifiestan de vez en cuando como apariciones.
Y esta es la verdadera historia de lo que paso, siendo lamentable que por no ser atendida una reclamación de trabajo que aparentemente era justa, tengamos que aguantar ahora al Maligno, mientras que la organización angelical sigue igual que antes, unos interpretando músicas celestiales, otros adorando, otros contemplando y otros muchos pendientes de que no nos pille un coche, aunque esto último en verdad no está nada mal.
Fernando Mateo
Marzo 2016
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