¿Nivel de estrés?
Considerable.
¿Puntos a mi favor?
No hay por qué temer.
¿Detalles en contra?
Liz es una extraña.
Mientras leía una novela romántica acerca de una chica problemática que se enamora de un muchacho “perfecto”, un incómodo malestar se generó en mi pecho… como una cucharada de rabia mezclada con tristeza que bajaba por mi esófago.
Nunca he sido muy hábil para entablar relaciones con el sexo opuesto; desde mi punto de vista solo existen dos escenarios posibles:
Número uno: El chico se comporta cautivador y divertido con el único propósito de llevarme a la cama.
Número dos: Él tiene un gran corazón, pero es un inepto, lo cual lo convierte en un… (Y sin ánimo de ofender) bobo.
En fin, mi sensación de disgusto era provocada por una extraña idea ligada a este tema.
Te lo explicaré de la siguiente manera:
En la literatura obtienes un sinfín de fórmulas para las historias de amor: Todo es conveniente hasta que alguno de los dos muere, nada es apropiado hasta que aparece el final feliz, el relato en general es una diatriba despiadada contra el sentimentalismo, etc… Pero si te das cuenta, el noventa y nueve por ciento de las veces jamás es aburrido… ¿Por qué lo sería? Los escritores necesitan ganarse la vida…
Por esta razón me propuse un experimento social: Yo, Lillian Gish, un personaje de ficción nacido en el universo de las páginas comenzaría una relación con alguien (quien sea) e investigaría si enigmáticamente todo tendía a hacerse interesante. (De seguro culpa de la falta de sutileza de mi creador.)
Esa misma noche encendí mi laptop, inicié sesión en aquella red social (tú sabes cuál) e intenté agregar a varios jóvenes con el nombre Travis. Elegí este en particular porque así se llamaba el protagonista de la novela que estaba leyendo.
Por desgracia no encontré ninguno que se apellidara Maddox. (Hermoso desastre.)
Solo debía esperar…
Mientras aguardaba con cierta impaciencia, desperdicié el tiempo con algunos videos en YouTube.
Sí, es tan monótono como suena…
Pero la verdad en esas situaciones no tienes deseos de hacer otra cosa. Es decir, sí tienes ganas de algo diferente, muchas ganas, sin embargo: ¿quién tiene la energía?
Luego de observar la extracción de una bala fuera del cráneo de una adolescente (determinados contenidos en la red son muy raros) pasé las siguientes horas frente al espejo analizando mi cuerpo…
¿Motivo?
Dudoso.
Un nuevo aspecto que trataré es el siguiente:
En los libros existen “señoritas no tan bellas” todos lo saben. Aunque me he percatado, y talvez tú también te hayas fijado, que en la mayoría de las versiones del vasto mundo ficticio, la chica principal es una radiante y hermosa modelo que se considera tan simple como una hoja de papel.
Puede ser que esté relacionado con la modestia, no obstante es insoportable que una persona con el rostro de ¿Angelina Jolie? ¿Scarlett Johansson? ¿Marilyn Monroe? Se engañe, (y nos engañe) asegurando que pertenece al promedio… Al menos, para mí lo es.
No diré que soy fea.
Tengo lindos ojos grises, rebelde cabello castaño, una bella sonrisa, y una figura algo escuálida; mis pechos no despertarían el interés de ningún joven, tampoco mi trasero… Si bien eso no me importa.
Un poco después de las tres de la mañana uno de los Travis aceptó mi solicitud.
¿Diagnóstico?
Atractivo.
(¡ALERTA! Apesta a cliché romántico.)
Me quedé dormida unos minutos más tarde.
La primera fase de la investigación estaba completa.
Al despertar decidí ordenar mi habitación.
Seguía en vacaciones, cuando terminasen entraría a la universidad.
Mis padres me habían estado fastidiando para que consiguiera un trabajo, pero siendo honesta no me atraía la idea; me explico, el dinero me habría sido útil, sin embargo, y reitero mi interrogante:
¿Quién tiene la energía?
Respecto a mi familia no hay mucho que agregar, especialmente porque estoy en esa edad en la que no me involucro en la vida de mis padres, y… al parecer a ellos los trae sin cuidado. Tengo una hermana cinco años menor llamada Dorothy… Y no. No poseemos un vínculo especial, ni me irrita leyendo mi diario o cosas por el estilo.
Nuestra relación se podría comparar a aquella de los pasajeros de un tren que comparten el mismo vagón…
No estoy segura de si ese es un estereotipo… Mi instinto me dice… que sí.
Pasé el resto del día en mi cuarto escuchando música.
De vuelta en la noche, noté que otros cuatro Travis habían accedido a ser mis “amigos”, aunque esos individuos ya no me interesaban.
Travis J. Coleman (El atractivo.) era quien me causaba curiosidad.
Realicé un superfluo estudio sobre su cuenta. (Lo sé, algunos lo llaman acoso.)
Travis J. Coleman.
Baarn. Países Bajos.
27 de Octubre. (Año no especificado.)
Estudiante de ingeniería del Instituto Tecnológico de Utrecht.
Soltero.
Amante de… esas bandas de rock que la gente admira para sentirse genial.
—Hola.
(¡DIABLOS!)
Cuando observé su saludo mi corazón dio un salto.
—Hola :) —Escribió otro Travis.
Cerré mi laptop y me acosté… si bien no pude dormir.
“Hola”
Simple y conciso.
La falta de una carita sonriente indica que está intrigado, pero no lo suficiente.
Unos minutos después mi teléfono vibró, la lucecita que simbolizaba un nuevo mensaje parpadeó durante toda la noche.
El día siguiente revisé el mensaje en mi celular.
Provenía de Travis J. Coleman
— :)
Analicé que la investigación iba a paso glacial.
Era eso, o al parecer mi vida era un asco sin importar que fuese un personaje literario.
Deseaba conocer a ese tal Travis J. Coleman, Pero ordenarle que se reuniera conmigo tan pronto sonaría demasiado extraño para ser creído.
—Hola, ¿Cómo estás? —Respondí.
Me irritaba tanta angustiosa espera… (¡Oye! tengo una hipótesis que probar)
—Excelente. Perdona por ser tan directo ¿nos conocemos?
—Sabía que no me recordarías. Soy Lily, la chica de la fiesta.
— ¿La fiesta de Angie?
—Exacto. Dijiste que querías volver a hablar conmigo.
—Sí… lo siento. Bebí demasiado, aquella noche.
El tonto había mordido el anzuelo.
—No te preocupes… fuiste muy divertido.
—Gracias… ¿Te importa si hablamos de ti?
—Para nada.
—Cuéntame…
Le hablé sobre mis planes de estudiar psicología en otoño, mi amor por la literatura romántica, la música jazz y los filmes antiguos.
Sí, es estúpido darle esa clase de información a un desconocido. Sin embargo, no considero confidenciales mis gustos personales.
Él no pareció interesado, se limitó a agregar comentarios corteses a mis respuestas.
¿Estado de la investigación?
Avance desesperantemente lento.
Supuse que mi enfoque era el equivocado.
No debía mantenerme en mi zona de confort, sino atacar, salir a explorar mi ambiente, platicar con alguna persona… en aras de la ciencia por su puesto.
Aquel sábado me aventuré en la inspección de nuevos lugares: Parques, bibliotecas, bares... observando silente mientras me armaba de valor para iniciar una conversación.
—Hola. —Saludé a un tipo que se hallaba sentado a mi lado en la barra de una cafetería.
—Hola. —Contestó con una sonrisa.
—Soy Lily.
—Me llamo Knox.
— ¿Sabes… qué hora es?
—Son las cuatro y treinta. —Expresó revisando su reloj, luciendo confundido.
(¡DING! MENSAJE)
Me excusé con Knox e inspeccioné mi Smartphone.
—Te gusta conocer extraños ¿no? ;)
Travis J. Coleman estaba cerca.
— ¿Qué… mierda? —Murmuré.
— ¿Estás bien? —Añadió Knox.
—Sí… —Traté de encontrar a Travis J. Coleman, pero el sitio estaba atestado. (Que oportuno.)
¿Fase de la investigación?
Inclinada hacia lo interesante.
¿Cómo supo que Knox era un desconocido?
—Es mi amigo Knox.
Pasó un largo rato antes de que escribiera de nuevo, periodo en el cual me olvidé del tal Knox.
— ¿Knox? ¿Sin apellido? (Te observo, si veo que lo interrogas, se confirmará mi deducción.)
¿Acaso Travis J. Coleman era amigo de Knox?
Poco probable.
—Knox Overstreet.
—Qué curioso, su página informa que en realidad es Knox Vangerstaat. No me digas, lo conociste en “la fiesta de Angie”
¿Etapa de la investigación?
Cincuenta por ciento interesante.
¿Debía detenerme?
Talvez.
Aunque concluí que mi situación se asemejaba a una terrible imitación de Casablanca. (De todos los bares, de todo el mundo, él se topa en el mío.)
—Déjame en paz.
Detesto a los sabelotodo.
Pagué mi cappuccino y abandoné el lugar.
Me dirigí a casa bastante decepcionada.
Al llegar no sé por qué razón tuve deseos de hablar con Doty (Dorothy)…
—Hola Doty.
—Hola Lily. ¿Qué haces aquí?
— Quería… ¿tienes un lápiz?
—Claro… —Contestó con sorpresa…. —Toma.
—Gracias.
Es tan angustiante ser tan tímida.
Entré a mi cuarto, observé el estante repleto de novelas románticas y me sentí estúpida.
No quería demostrar una teoría sobre la literatura, añoraba ser parte de ese grupo selecto de amores imposibles, locuras apasionadas, deseos prohibidos…
Almacené todos los libros en una caja, y la oculté en el ático. No iba a soñar de nuevo.
Al final obedecí a mis padres, obtuve un trabajo como mesera en el café de Verfrissing, y sobreviví el verano en medio de videojuegos, siestas, y tristes clientes sin alma.
Tres meses después…
Mi primera clase en el Colegio Superior de Hilfertsheem fue tan estresante como jugar a la ruleta rusa durante dos largas horas.
Me senté completamente sola analizando como los demás formaban sus grupos de estudio para los incontables proyectos que el profesor asignaba. Cada uno más aburrido que el otro.
— ¿Con quién vas a trabajar? —Interrogó ese anciano, humillándome.
—Creo… que…
Un nudo de lágrimas apareció en mi garganta.
—No te escucho. —Indicó el viejo.
Me disponía a salir del aula cuando una chica de cabellera negra interrumpió:
—Con nosotros…
¿En la realidad existe gente tan gentil?
Poco probable.
Detallé a los estudiantes que la acompañaban.
Una joven rubia de cabello corto, un muchacho de lentes y Knox Vangerstaat.
El maestro le dirigió una sonrisa afectada a mi salvadora.
A la salida me introduje frente a todos. Noté un gesto extraño en Knox, aunque talvez solo haya sido mi imaginación.
—No le hagas caso al doctor Himmler, puede ser bastante pesado… —Señaló Liz. (Mi salvadora)
—Sí, me di cuenta… Gracias.
Parecía ser alguien muy dulce.
—Soy Leni. —Estableció su amiga. —Él es mi novio Knox. —Agregó enganchando su brazo con el de él.
—Soy Daniel. —Comentó el de gafas.
Es lo terrible de las primeras impresiones, solo puedes tener una. Y por desgracia, la mayoría de las veces son interminables e incómodas.
El hemisferio social de mi cerebro prestó atención a sus nombres; la porción nihilista pensaba en renunciar a la universidad, y escapar a las montañas para vivir con los ermitaños.
—Soy Lily.
Liz me miró fijamente. Yo desvié la mirada. Por algún motivo, ella sonrió.
De haber conocido la razón de aquel gesto… Bueno… Ya lo sabrás más adelante.
Le susurró algo a Leni, acto seguido su séquito se despidió.
¿Nivel de estrés?
Considerable.
Liz me invitó a caminar con ella.
—Lily ¿Por qué optaste por estudiar psicología?
—Me atrae el estudio de la mente.
—Ya veo. ¿Quieres saber por qué estudio psicología?
—Claro.
—Quiero ayudar...
—Bien.
Puede que trabajando en Verfrissing un par de años logre ahorrar lo suficiente para escapar de Países Bajos, quizás poder pasar toda mi vida en un templo tibetano sea lo que necesito.
(Asentía periódicamente para que Liz no se diera cuenta de que no me importaba la conversación.)
— ¡Lily! —Chasqueó los dedos frente a mis ojos.
— ¿Sí?
— ¿Te estoy aburriendo?
—No. Solo estoy algo distraída.
Liz suspiró resignada.
—Te preguntaba: ¿Tienes novio?
—No. ¿Tú?
—No… ¿Quieres venir a mi casa esta tarde?
—Tengo que trabajar.
— ¿Dónde trabajas?
—En el café Verfrissing.
—Perfecto. Te veré allí… Si no te molesta.
—No. Está bien.
Hay dos cosas importantes que quiero decirte ahora.
Número uno: no pretendo que seas un desconfiado paranoico, pero sí espero que seas sensato, o sensata cuando una desconocida te invite a su domicilio. Una existencia carente de amigos me convirtió en una inepta de forma social y emocional, por lo tanto nunca imaginé que sería el centro de atención de una persona en particular…
Número dos: De cierta manera, es peligroso ser como soy.
A las siete de la noche Liz estaba allí, frente a su auto. Lucía un gorro negro con borla, una chaqueta de cuero, vaqueros ajustados y botines oscuros.
En el trayecto a su departamento escuchamos un poco de jazz y me platicó acerca de la teoría psicoanalítica de Freud.
Aquella ocasión traté de prestar atención. Ella intentaba ser mi amiga después de todo, y me siento terrible cuando no puedo devolver la intimidad emocional que otras personas me demuestran.
Llegamos.
—Ponte cómoda, voy por algo a la cocina. —Comentó señalando el sofá.
—Gracias. —Añadí sentándome.
Me encontraba nerviosa, aunque no había ninguna razón.
—Chateau d’Yquem Sauternes. —Indicó entrando con dos copas de vino. —Su dulzura se queda en tu boca.
Debí haberme dado cuenta, no obstante… ¿Quién lo hubiera predicho?
El vino se me antojó un tanto agrio, aunque agradable al gusto.
— ¿Qué opinas? —Preguntó mordiéndose el labio inferior.
—Dulce.
—Cuéntame de ti Lily… ¿Qué te apasiona?
—No lo sé… Antes adoraba la literatura pero, no era buena para mí.
— ¿Por qué?
—Es complicado… Era difícil vivir en la realidad.
Liz comenzó a tocarme sutilmente. Recogía algunos mechones de cabello fuera de mi rostro, acariciaba mis rodillas, y secaba el exceso de vino en mis labios con su pulgar.
—Creo que sería mejor mantener ese pequeño trozo de felicidad en tu vida.
—Sí, es verdad.
— ¿Quieres saber qué me apasiona? —Añadió dejando la copa sobre la mesita.
—Claro…
Sus besos iniciaron de manera suave, luego se hicieron más intensos.
Siendo honesta me dio asco al principio, sin embargo no la detuve porque no me incomodaba tanto.
Sus manos se sumergieron bajo mi ropa. Me urgía ir al baño a orinar.
Liz es hábil para analizar a los demás, al verme por primera vez supo que podría controlarme, y eso la excitaba: el dominio, la subyugación… ese juego de poder.
No me resistí, le permití tomar mi cuerpo. Si bien, pienso que se asemejó a la necrofilia.
—Gracias. —Comentó al final
¿Grado de la investigación?
Mi creador es un bastardo lujurioso.
Conclusión.
Sin importar si tu vida es lo más miserable que puede haber en un mundo miserable, siempre que seas un personaje literario las vicisitudes van a estar en favor del entretenimiento.
En mi caso, tuve sexo con una lesbiana posesiva a quien le gusta… No importa.
No es normal ser tan estoica ante una situación como esa, pero ¿quién dice qué es normal?
Si lo piensas bien, tú, que vives en el universo de los “creadores” eres un protagonista de tu propia vida, la cual te ofrecerá oportunidades para ser interesante. Solo debes estar atento, o atenta.
He retomado mi amor por la lectura, Liz tiene razón:
Es mejor mantener ese pequeño trozo de felicidad en tu vida.
Tengo que irme.
¡Oh!, por cierto ¿sabías que mi creador tomó mi nombre de una actriz posiblemente racista?
Lillian Gish.
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