FLORES DE OTOÑO (anécdota)
La semana pasada, mi esposa y yo cruzábamos una calle céntrica muy transitada, apresuradamente, el semáforo estaba por ponerse en verde y los vehículos amenazaban con arrancar en ese primer instante…
En esta senda peatonal alcanzamos a un señor muy mayor, que con el bastón remarcaba sus medidos pasos como ajeno a toda urgencia y peligro. Enseguida, a modo de resguardo, nos pusimos junto a él y de un brazo lo acompañamos en ese corto tramo que nos faltaba…
Apenas subimos a la vereda este anciano agradeció nuestra ayuda, pero de una manera muy diplomática nos hizo saber que para él, no la necesitaba: .
“Con mis noventa y dos años todavía cruzo la calle justo a tiempo ¿No? ¿Ustedes cómo me ven?”
El hombre se mostró tan abierto al diágolo que con este don de gentes nos retuvo a su lado. En verdad se lo notaba sin serias dificultades físicas, y ese bastón en su mano parecía llevarlo por coquetería, completamente lejos de denunciar su avanzada edad, ya que lucía una figura bien erguida y vestía de saco y corbata con la elegancia de un verdadero dandy en pleno apogeo…
Pero lo que más nos impactó después, fue ver lo que sostenía en su otra rugosa mano: Contra su pecho albergaba un pequeño ramo de flores que poco antes había comprado en el puesto de esa esquina.
Por supuesto, la primera en conmoverse ante esta tierna imagen fue mi señora que enseguida indagó:
“¿Es para su señora, no?”
“Claro, sí…”
“Que vive con usted, seguramente…” (Buen recurso, había que cerciorarse de que no fuera un viudo rumbo al cementerio).
“Seguramente, por suerte todavía la tengo conmigo a esa santa…” .
“Y hoy es su cumpleaños…”
“No, no…Pasa que últimamente todos los viernes le regalo flores, siempre distintas para sorprenderla”.
“¡Esto es amor! Exclama mi esposa recalcándome en la cara esta clara demostración”.
“Para que aprendas; este señor a su edad mantiene esa delicadeza como una costumbre eterna, en cambio de vos, qué puedo esperar de un mañana…”
“Bueno, bueno, no se la tome con su esposo señora…Ustedes no me conocen, no siempre fui así, he cambiado…” “¿Así? ¿Entonces cómo fue?, cuéntenos” Ahora intervengo yo apresuradamente por quitarle la palabra a mi esposa.
“Puff, fui distinto, muy distinto…pero para qué voy hablar de cosas pasadas…
“Para que nadie me compare con usted y reproche como soy…”
“Entiendolo que dice y lo comprendo tambien, por eso iré directamente al grano:
"Mi pobre esposa se merece estas flores y mucho más; por todos los cuernos que le he metido en esta larga vida”
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