Cuando vi tu rostro lacerado por azotes y golpes, cuando vi tu cuerpo arrasado de llagas, cuando vi aquella corona sobre tu cabeza que no te hacia justicia, un velo de amargura se poso sobre mi semblante.
Luego, cuando yacías en la cruz, tan indefenso, tan dolido por lo que te habían hecho, derramé lágrimas ácidas, pensé que con tu muerte ya nada más quedaba.
Sin embargo, estaba equivocado, resucitaste, emergiste desde los abismos para salvarnos. Fui testigo de tu vuelta, una dicha inconmensurable repleto cada rincón de mi alma. Sentí tu cálido abrazo. No solo yo, todos estábamos felices, ya que fuimos conscientes de que esto era solo el comienzo.
Nos anunciaste que algún día volverás, que no desfallezcamos, que nada malo acontecerá. Seguimos esperando con sonrisas tatuadas en nuestros rostros, tu anuncio nos hizo mejores personas. !Bendito anuncio! |