La majestuosa estructura de acero y concreto se eleva imponente. Alzándose silenciosa sobre todos los edificios que la rodean. En silencio roye las esponjosas nubes que coquetas viajan bajo el color carmesi del ocaso.
Mis dudas se entrelazan con aquella rebelde ráfaga de fría brisa, que jocosa danza entre las estrechas calles de la ciudad de Arica. Refrescante hálito de mil pensamientos; pinturas emanando de un hermoso pasado regresando inesperada y gratamente. Anonadadas remembranzas fantasmas murmuran silenciosas, me observan sigilosas, ríendo taciturnias.
_ ¿Me reconocerá?_ Pienso internándome en las entrañas de la mole. Caminando meditabundo hacia el elevador._ Ha pasado demasiado tiempo y con el paso de los años he cambiado. Quizás ya no me recuerde. _ ¿Señor... sube?_ Una voz femenina escurre desde adentro del cubo del ascensor, extrayéndome de mil pensamientos._ Lo siento_ Digo ingresando rapidamente, uniéndome al grupo de desconocidos que sube en pos de sus propios asuntos. _ Ahora me dicen señor_ Rio por la denominación, mas no me molesta o incómoda. Todo lo contrario, me agrada, es una distinguida calificación. Pero bajo estas nuevas e inesperadas circunstancias podría jugar en mi contra. _ No huevón, no te reconocerá_ Obstinadamente vuelvo a recaer en pesimismos carentes de bases sólidas. Quizás el origen de la angustia sea algún tipo de miedo que desconozco.
Finalmente estoy frente a la puerta de acceso a la consulta médica, en el piso trece de la mole de concreto y acero. Un leve suspiro huye muy lejos cuando nerviosamente acciono la manilla de entrada.
Una secretaria observa interrogante mi ingreso. _ No es ella_ Pienso al verla. Creo haber errado la ruta. Decepcionado te busco entre el escaso inmobiliario de la oficina. Y es en ese preciso momento cuando nuestras miradas se cruzan.
Estas sentada cerca del mesón central, con varios archivadores en tus manos. La sorpresa te atrapa, tardando algunos segundos en reaccionar. Dibujas cálidos colores en una sonrisa._ No has cambiado nada. Estas hermosa_ Estoy tan sorprendido como tu, y no sé si lo dije o lo pensé.
Me obsequias una dulce mirada, colmada con la calidez de tu espíritu. Conservas esa luz que tanto amaba. Ambos tratamos de controlar nuestra emoción, pero esta claro que no lo logramos. Iluminas tu rostro con la felicidad de volver a vernos _ Jorge... ¡No tienes cabello!_ Dices sin dejar de mirarme sorprendida. Reimos sinceramente. De improviso sueltas los cuadernos corriendo a mi encuentro, abalanzándote sobre mi. Con inusitada alegria nos abrazamos fuertemente por un tiempo que parece eterno. Un tiempo que quisiera que no terminara._ Te he extrañado un montón_ Digo, mientras besas mi mejilla. _Me encanta volver a verte_ Respondes abrazándome con más fuerzas.
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