Pastor hundido en algodón,
viajando va pegado a su par,
mientras la suerte se le va
mientras la suerte se le va
y el impuesto a vivir gane razón.
Siempre que el cine de algún lugar
apague apenas su motor,
o algún jolgorio ocasional
apague apenas su razón,
vive el sueño de al fin despertar.

Se inyecta una dosis de acción
y camina mirando números
para calmar la desesperación
(Las manos ocupadas
no cuestionan el corazón)
Ciudad y supremacía del más apto
respeta la ley mientras construye.
Triunfar como el más esperado acto
y la diversión sin sentido
no pueden acordarse en pacto.

Ahí va pastor de lunes y feriados
llevando en sí el peso jerarquía
hasta que llegue el techo apellido
y otro se encargue de nada cambiar.
No hay rebaño para ovejas negras,
sólo esquila para el poco diferente.
Fuera distracciones por favor,
no le pagamos por pensar.

Los años ya lo han dejado
recibe en traje de diseñador
y brillantes dientes pagos.
Al fin parece haber triunfado,
el silencio es su trabajo
y desde su sillón en las nubes
ve a las hormigas bailar debajo.

La soledad es el precio del que sube.
Espejos, bolsillos y cigarros,
pobre éxito en la urbe.