Cuando el sol estaba parado en la ventana de mi oficina, una amiga del face me encargó un cuento erótico.
-Y me lo envías, lobo feroz – dijo enviándome un guiño.
-Pero es semana santa. Por estas fechas no se me da eso de escribir cuentos, y menos eróticos. Si quieres te escribo un cuento filosófico, que te inspire a ser mejor-
Le expliqué mis motivos, pero no dio un paso atrás, no quitó el dedo del renglón y me exigió el cuento para mañana.
En fin, a ver si la caperucita (mi novia) no se me enoja otra vez por andar publicando en su ausencia, ahora que está molesta conmigo precisamente por eso, por escribir las aventuras del lobo, ese animal que esta semana se volvió monje internándose en las montañas río adentro.
Ya es de noche y mejor no escribo nada. Total le explico que no tuve tiempo, que anduve a la corre y corre con los méndigos reportes, y así toda la tarde mientras el sol se despedía a mi espalda y me decía adiós lentamente. Y es que ya voy de salida para atender a la de la falda escolar que dice que le urge verme, que tiene un recado de su hermana (mi novia).
Entonces subo al coche y quedo de verme con ella en la Estación Hospital.
-Deja el carro y vámonos en el mío- me dice
-¿Pero de que se trata el asunto?-
-Ahorita te platico, tú vente -
-Ya es tarde. Además, traigo hambre-
-Tú vente, al rato cenamos –
Estacioné mi coche a un lado del supermercado y abordé el de ella. Traía su clásica mini, pero mini falda escolar de teibolera, su oficio actual. Y el lobo vestido de monje.
Hace varios años atrás, en la sala de su casa, cuando llegábamos de la secundaria, esa falda me mostraba donde comenzaba su pierna derecha cuando la cruzaba sobre la pierna izquierda, mientras yo de manita sudada con su hermana. El lobo era cabra en ese entonces.
Bueno pues el asunto ese del recado de su hermana era una excusa casi predecible, solo para que el lobo bajara de las montañas y le acariciara las piernas, caricia que se había quedado pendiente.
Con el auto estacionado bajo un árbol a la orilla de la carretera, el lobo acarició no solo las piernas, sino todo el bosque encantado. Luego hizo su asiento hacia atrás para que con solo levantar su falda escolar, ella cabalgara por la llanura de su piel hasta decir ya no más.
-Con una vez me basta por lo pronto– dijo ella y así fue, porque el lobo había perdido temporalmente la astucia por su retiro espiritual.
Después de un rato, la falda escolar se acomodó otra vez en su lugar y luego de cenar unos tacos trasnochadores, nos despedimos.
-Me saludas a tu hermana, dile que la extraño- le dije.
Ella soltó una carcajada y me mandó un beso.
Voy llegando a casa y el whatsapp ilumina el cuarto. Es la amiga del face, me recuerda el cuento que le tengo que escribir, pero hoy no se me ocurre nada.
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