¡ME HAN ROBADO!




Aquella madrugada en mi desvelo y desvarío acostumbrado busqué en el cielo lo más satisfactorio y amado. Algo estaba mal, ¡Faltaban mis estrellas! Y de mi profundidad surgió una justa querella… ¡Me han robado mis estrellas!

Entonces al amparo de una luna pálida me di a la enajenante tarea de contarlas una a una, hasta inventé un algoritmo para no errar en la suma y cuestioné a la luna bajo sospecha de ladrona, pues quien pierde a todos acusa y casi a nadie perdona.

¡Me robaron mis estrellas! Las grandes, las chiquitas, las más bellas! Volví a contarlas en un afán desesperado. Ya no estaba mi estrella polar, la que mi norte orientaba, la Osa Mayor quedaba más pequeña y de la Menor… ni su huella. El can perdió su Sirio, el Bollero a su timonel Arturo. Ay mis musas ya no tocaran su lira, también se han llevado a Orión, ¡Miserable y fullero ladrón!

En medio de un alarido repetí la súplica aquella: ¡Devuélvanme mis estrellas! Y empecé a repartir las culpas porque iracundo no te fijas a quien o a quienes atropellas. Fue el genio de la envidia quien no perdona el éxito de mis escritos, que son geniales y bonitos. ¿Sería el hada del engaño? Por sentirse poquita cosa ante mi tamaño.

¡No!, seguro fue el lobo feroz quien al abrir sus fauces cuando aúlla se las engulla. Acaso sería el ente contrahecho que suele formar pandilla. ¿Serían acaso las ardillas? Quienes las confundieron con bellotas. Tal vez fueron los idiotas quienes no comprenden que las estrellas son mi vida, con ellas mi egolatría se aplaca… ¡Devuélvanme mis estrellas! Pues sin ellas mi autoestima se opaca.



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Es solo un texto festivo a propósito de…