—Envenéname, niño inocente. Vamos, que no te tiemble el pulso al clavarme este puñal de plata –Así le dijo el Caballero.
Te vi desde la ventana de ese palacio infernal que me mantiene aislado de la realidad. Así como señor mío deseaste aquello, tómame investido de tu sangre y siéntase satisfecho de mis actos. Porque yo no me equivocado… Yo a usted le amé tanto que le envenené y le maté.
Ahora, este instante extraño su voz áspera que estremecía mi columna, aun la cual añoro y busco. Pero esta me aísla –Miro la hora del odioso reloj de cuerda, desearía partirlo a la mitad. Tanto me aborrece estar en un mismo lugar, me gustaría que las cosas dejaran de ser inútiles.
Mi vista se posa en esa inquietante pared, va de la pared al marco y del marco al armario, de ahí a la ventana donde lanzas flecha como un pinche psicópata ¿Quién demonios hace eso?
La manzana la sostiene el payaso con una sonrisa que con nada se le borra, le he vertido una copa de veneno y no se ha quemado ¡Qué resistente!, el gato me ve con aires de superioridad ¡Maldito condenado, cuando te degollé ni me verás! Y esa creatura salida del fondo del infierno con forma de mujer ¡Será puta!
Muévanse de su sitio que comienzan a cansarme y mis manos repletas de anillos quieren mandarlos a la sala de tortura. Por ese maltrecho umbral de aquel lugar al que le llamo el palacio aparece Celia, la llave que me sacará de este puto mundo.
Viste un largo y pesado vestido, demasiadas crinolinas para la sociedad surgente. Una corona (¿Quién demonios usa una corona en pleno siglo veintiuno?) y para rematar un velo cubriendo su rostro desfigurado.
—Sé lo que estás pensando —me reclamó.
— ¿Qué quieres, desfigurada?
—Como sigas jodiéndome, tu hilo lo cortaré yo misma —A través del velo su mirada se retorcía, sus ojos como gatos ahorcándose hasta que muriesen por inercia.
—Perra, ¡Te pido perdón!
—No hace falta, siempre serás tan despreciable y por eso fuiste desterrado a las sombras —murmuró, su ojo izquierdo que fue dañado por la transformación brilló malicioso —. De ti se encargará mi buen Allen.
Y con esto se marchó de la habitación, dejándole de nuevo con la expectativa.
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