Cuando esto ocurrió eran mis hijos pequeños, Marta tenía 10 años y David 9, recuerdo que era por la mañana muy temprano y los niños salieron para el cole, acompañados por una de mis primas (15 años) que cursaba estudios en el mismo centro, una vez que la paz se había restablecido, después del bullicio que acompaña los preparativos de los colegiales, continúe con mis trabajos de embalaje, ya que mi familia se encontraba inmersa en plena mudanza con lo que esto supone de desbarajuste, cajas por todos lados, habitaciones desmanteladas, muebles apilados, etc (los que ya habéis pasado por esto sabéis a que me refiero) , no había pasado ni diez minutos de la salida de mis niños cuando estos regresaron muy excitados, en un principio me aterre pensando que su acompañante había sufrido algún percance pues aparentemente no estaba con ellos, intente entender lo que me decían pero solo atine a escuchar ¡!Porfa!! ¡!Porfa!! ¡!porfa!! ¡!Mami porfa!!
PORFA QUEEEE? Nos lo podemos quedar, Nos lo podemos quedar? repetían al unisonó, no entendí nada hasta que mi prima que estaba escondida tras la puerta hizo su entrada con un adorable cachorro de perro entre sus brazos.
Ah!! No, no y no, de ninguna manera, decía contemplando el Caos que me rodeaba, ¡!era lo último que me faltaba!!, la cara de decepción de mis hijos era un poema y su espíritu recalcitrante una tortura…!!Por fa!! ¡!Por fa!! ¡!Por fa!!...harta de escucharlos les grite ¡!ESTÁ BIEN!!, dejadlo en esta caja hasta que llegue vuestro padre el decidirá lo que se hace con el perro.
Sinceramente el animalito al que alimente previamente pues estaba famélico, no me dio ningún trabajo y durmió toda la mañana hasta que mis hijos regresaron del colegio e irrumpieron en casa como una tromba, es obvio que su objetivo primordial era cerciorarse de que el cachorro continuaba “entre nosotros”.
Después de arduas negociaciones entre los niños y su padre (yo preferí mantenerme al margen, pues soy “blandita” y me dejo convencer con facilidad), se llegó a un pacto, ellos se harían cargo del cachorro y de todas sus necesidades, limpieza, paseos, alimentación, etc, no hace falta deciros que prometieron en este solemne acto, desempeñar sus funciones sin desfallecer.
Y así fue, nos mudamos a una casa en el campo acompañados por el cachorro al que bautizaron con el nombre de Rufo, los primeros meses entre el trabajo y la casa apenas tuve tiempo para prestar atención al perro que estaba perfectamente atendido por sus fieles cuidadores, pasaron unos seis meses , ya completamente instalados y disfrutando yo de mis vacaciones estivales, organizamos una comida familiar a la que asistieron todas mis hermanas (4) acompañadas por sus respectivos hijos ( 6 niños de entre 3 y 8 años) y maridos.
Rufo se había convertido en ese corto lapsus de tiempo en el perro más feo y ladrador que vi en mi vida, enloquecía cada vez que alguien se paraba frente a nuestro portal, pero a pesar de todos sus inconvenientes lo queríamos.
Durante la comida campestre el perro hizo las delicias de niños y mayores pues a pesar de su manifiesta fealdad, era muy simpático y obediente , ayudada por mis hermanas nos disponíamos a recoger la mesa para servir el café y los postres cuando alguien se percato de que en el suelo había unas pequeñas gotas de sangre, las madres alarmadas revisaron a sus niños para descartar que aquella sangre pudiera manar de alguna herida que se hubiesen provocado, pero niños y mayores estaban todos ilesos, solo quedaba por revisar el perro, al que se sometió a un exhaustivo análisis, cabeza tronco y extremidades (rabo incluido) pero todo estaba bien, no presentaba ningún corte ni rasguño….en esto una de mis hermanas dijo, estás segura de que es un perro?, jamás podría plantearme otra hipótesis, y muy convencida aseguré, ¡!por supuesto!! Que otra cosa podría ser? Un cocodrilo?....pues dale la vuelta dijo mi hermana con aire de suficiencia.
Pues si, al darle la vuelta descubrí consternada que Rufo, tenía encantos (sobre todo para los perros…machos) ocultos, a partir de ese momento paso a llamarse RUFOA.
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