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21/03/2016

DE COLORES

Apenas teníamos 13 años, juntas reíamos las tonterías de los adolescentes. Leire era mi compañera de pupitre, una niña muy especial o al menos así la recuerdo, tímida, regordeta, con carita de luna y muy tierna. Yo, más deportista, jovial y peleona, me hice amiga porque, además, era su protectora en los ataques furibundos de los abusones de la clase. Así de ese modo tan quijotesco se inicio nuestra amistad.

La recogí del suelo tirada por Santos, Peralta y Usón, “el trío calavera” que le habían empujado cobardemente al empedrado. La pobre estaba hecha un rebullo de ropas, libros, carpetas y unas gafas dislocadas que movían compasión. Me puse chulica les dije tres tacos y dos gritos y salieron a escape.
Así, entre sollozos mocosos y lagrimeos varios, me confesó rencorosa que esos bestias tenían una alma negra y que su destino ya estaba marcado… yo la intentaba consolar, y achaqué las palabras al momento, pero al día siguiente, con naturalidad me confesó que ella era capaz de ver el alma humana, y la de esos tres, eran negras y llevaban engarzadas la muerte, y, con una mirada de admiración en los ojos, me confesó, que la mía era blanca como una paloma… me pareció dulce y poética la comparación, por eso la quería tanto, tenía una sensibilidad especial. Acto seguido me hizo prometer que no se lo diría a nadie, así lo juré, y me confirmó las palabras de hacía unas horas: podía ver el alma de las personas. Incrédula le pedí explicaciones, ¿Cómo puedes visualizarla?
-Por su aura, dijo serena
-¿por su aura, como los cuadros de los santos?.

Definitivamente está loca, pensé. No obstante le dije:
-Leire, esto que me dices es difícil de creer, de hecho si no me das pruebas de esos “superpoderes”, no me vas a convencer…
Entonces me explicó que esto jamás lo había contado a nadie y que yo se lo había prometido, y que poco a poco me convencería de ello.
El timbre del recreo aguillotinó la conversación.

A los pocos días, me dio un codazo en medio de la clase de Ciencias, mientras la profesora hablaba de las células…
-¿qué pasa?.. dije
- hoy la profe tiene el aura muy fluorescente… dijo bajito.
- ¿fluorescente?, Y eso, ¿qué quiere decir?
-que está enamorada.
La Sta. Julia era un cardo borriquero a la que no se le conocía varón, pues bien, a la salida de clase un hombre la estaba esperando en un coche, ella le besó y se le iluminó la cara…
¡Jolin!, pensé, sí que es casualidad…

Sin creérmelo me pareció muy graciosa la idea, jugábamos con ella, y aunque incrédula, empezamos a imaginar el color del alma de la gente.

La universidad, el matrimonio y el trabajo nos terminó separando, cosas de la vida… pero este pasatiempo lo he mantenido hasta ahora que soy adulta.
Yo, por supuesto no veo nada, pero le pongo la pigmentación según me va pareciendo, porque el color no es permanente, noooo, varía según vayan yendo los acontecimientos. Con el tiempo me he especializado y la paleta del arco iris tiene tantos matices como el alma humana.
Por ejemplo, cuando me gustaba un chico, su aura era irisada, pero si era una aprovechado e “iba a por lo que iba”, el color variaba a azulados o rojos incandescentes… según lo apasionado que estuviera. ¿Pueden imaginar diversión mayor en dos adolescentes que mirar el cogote de los chicos e intuir el color que las coronaba?.. bueno sí, había quien nos ganaban, aquellas que los imaginan desnudos…

A veces, el colorido se difuminaba o desteñía, ocurría en la discoteca, no sé si sería el humo o los efluvios del cubata, o también si el chico me gustaba mucho, reconozco que le ponía los tonos más varoniles que pudiera imaginar: anaranjados, amarillos, verdes fluorescentes… cuando bajaba la mano donde no debía, volvía el rojo violeta.

Cuando conocí a Carlos, mi marido, su corona era tornasolada de brillantes colores, a veces chispitas, y debo reconocer que mantiene el aura bella, y cuando me cabreo con él, por dentro no le insulto ni digo tacos, lo maldigo con el aura: “ojala se te caiga el aura y se ensucie”, me desahogo y, de ese modo, no me condeno en el fuego del infierno de las esposas gruñonas. Mis niños la tienen nacarada y esponjosa, mi madre dorada, mi suegra….negruzca, es evidente la causa…

Debo decir que además es un buen método de clasificar a los humanoides, y en el trabajo es de mucha utilidad, tengo buen ojo con los colores y pocas veces me equivoco en el diagnóstico, algunos lo llaman inteligencia emocional, yo aura, me ayuda a ser popular.

Al cabo de los años, un día, Leire me llamo por teléfono, se identificó, le dije que no hacía falta, que me acordaba perfectamente de ella, y con tono suave pero muy convincente me dijo que no cogiera el avión de la mañana siguiente, que lo hiciera otro día, que el comandante era Santos, el antiguo compañero de clase.

Le repliqué: mujer, ¿aún con eso?
-Ya te dije, el alma negra, no lo cojas por favor… me suplicó.
Los traumas se agarran bien al corazón y la memoria, pensé, y colgué mandándole un abrazo.

Dios que conflicto, tenía una charla importante… ¡jolín! porqué me diría nada… ya tenía la cita cerrada… si éramos unas crías…
Hacerle caso era coger el coche a primera hora de la madrugada y darme un palizón de 400km y justificarlo frente a mi marido…
Me acosté pensando: mañana, más fresca, lo decido.

Apenas descansé, en mis sueños se amontonaban colores, brillos, temores, presagios.. Me desperté sobresaltada, le di un beso a mi marido y a los niños y en vista de que no podía dormir cogí la cartera y comencé la ruta de noche oscura. Casi me apetecía.

El viaje después de todo fue ameno, bellísimo amanecer, música, mis cigarritos…
Cuando llegué al destino encendí el móvil, no me gusta tenerlo en marcha mientras conduzco, tenía el buzón de voz atiborrado de avisos de mi marido, lo abrí y el mensaje era desesperante, con la voz desencajada, Carlos me decía:

-Por favor cariño, dime que no has cogido el avión esta mañana, te lo suplico, llama, Dios mío, el buzón otra vez, no llama… y se corto.
De inmediato, el pánico de él se me contagió, y en un instante se mezclaron Leire, el avión, la advertencia, mi marido, los niños, llamé de inmediato…

Los titulares de prensa, no dejaban lugar a dudas, el comandante Santos Fernández de Gracia, se había suicidado estrellando el avión que pilotaba con 155 pasajeros a bordo.

Llamé a Leire agradecida, eternamente agradecida, menos mal que me avisaste…
Ella añadió:
- Menos mal que me escuchaste; pero mira lo que te digo, tendrás noticias que te helarán la sangre…
- ¿De qué?, no me asustes…
- De los otros dos abusones…

Texto agregado el 22-03-2016, y leído por 207 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
22-03-2016 Buen texto, un tema interesante y bien tratado. Grato leerlo. sagitarion
22-03-2016 Este tipo de cosas viven conmigo constantemente. Hoy en día poca gente descree de ellas, pero antes era más difícil que los demás creyeran, si lo sabré...!!! Muy bueno el relato!!! Un beso y mis estrellas. MujerDiosa
22-03-2016 Muy interesante. No dejas caer la historia y conduces muy bien al lector hasta el final, un final que llama a querer más, y más. Me gustó. Pato-Guacalas
22-03-2016 Aterrador relato que engruesa mi colección de casos de precognición que comienzan con el señor Astor que devolvió el pasaje del Titanic porque soñó que se hundía, hasta los casos recientes como el que tan brillantemente relatas. El inconsciente tiene la capacidad de conocer pasado, presente y futuro en un margen de doscientos años, cinco generaciones, más o menos. En cuanto al aura, desde que en 1939 Semyon Kirlian la fotografió ya es de común acepción. Tu pluma es dorada. -ZEPOL
22-03-2016 bien llevado.... y por lo visto debe haber mas seroma
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