UN SILENCIO QUE MATA
Pasional
Aquella noche el hombre caminó a tientas en la oscura habitación. Conocía la distribución de los muebles, no fue difícil encontrar el lecho. Retiró suavemente las sábanas que cubrían el cuerpo desnudo dispuesto al goce sexual.
Erotizado deslizó su mano hacia ese cuerpo esplendido...¡No llegó a tocarlo!, un doloroso frío se anidó en su espalda que empezó a sangrar y cayó de bruces sobre el cuerpo rígido de ojos abiertos que miraban sin ver. Entonces la voz alcoholizada y vengativa de su padre se oyó tétrica en la oscuridad: “Esta noche tu hermana es mía y de nadie más”.
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Después de publicar este texto en uno de los retos de esta página, recibí en mi ldv en privado dos mensajes dignos de considerarse, uno decía: “No me explico porque tratas estos temas tan cochinos…” y el otro mensaje terminaba afirmando lo siguiente: “…yo nunca escribiría sobre ese tema”.
Estas apreciaciones, sinceras y carentes de dolo —quiero pensar— me obligaron a escudriñar el tema para esclarecer en mi entendimiento tales reacciones a la lectura del mencionado texto.
El incesto todos lo sabemos es una conducta enraizada en lo más negro de la condición humana. Es también considerado, tipificado y castigado como un delito en la mayoría de los países del orbe.
Entre la violencia intrafamiliar, el incesto tiene una incidencia aterradora, solo que no trasciende a la opinión pública por tratarse precisamente de una conducta nacida y practicada la mayoría de las veces entre las paredes de un hogar y ahí queda soterrada la más silenciada y vil de las violencias, encubierta por obvias razones y por complicidades aberrantes… y sin embargo existe.
En Estados Unidos, según el FBI y organismos feministas calculan que una de cada cuatro niñas en el rango de 0-12 años ha sido víctima de incesto. En México, 7 de cada 10 agresiones sexuales son cometidas por conocidos, el 35% de ellas por familiares. En América Latina sólo se denuncia una cuarta parte de las violaciones sexuales que ocurren. Las que menos se denuncian son las que constituyen incesto
Cierto, debemos aceptarlo, el incesto es hijo de la humanidad y de su locura, es un tema recurrente en el arte. Lo mismo en la pintura, el teatro y desde luego en la literatura; la Biblia misma contiene bastantes pasajes incestuosos, la historia nefasta de Amnón y Thamar es un claro ejemplo de ello. Este pasaje de la Sagrada escritura ha inspirado una obra de teatro de Tirso de Molina (1634) y una novela de Dan Jacobson (1970), y es la misma figura tratada en la novela póstuma Los Hijos de Húrin (2008), del autor británico J.R.R. Tolkien.
En este contexto debemos aceptar el hecho irrefutable de que los poetas, dramaturgos y escritores abordan el tema del incesto desde una perspectiva artística-temática soslayando aspectos muy importantes del tema. Como por ejemplo el posible origen psicológico de esta patología. Freud lo nombra El Complejo de Edipo en Tótem y Tabú y al igual que Lévi-Strauss en “Antropología Estructural”, fundamentan su prohibición en la estructura del parentesco, ambos autores a pesar de sus grandes luces solo se ocuparon en la prohibición del incesto sin cuestionarse cuál era el origen y la naturaleza de lo prohibido.
Continúa siendo tema, el incesto, de antropólogos, psicólogos y otros especialistas en la búsqueda del origen y detonante en la psique humana de este deseo pervertido que induce a un padre, padrastro, hermano o cualquier otro familiar al abyecto ultraje de una menor miembro de su familia. Hay también explicaciones pueriles como la manifestada en un proverbio azande "el deseo de mujer comienza con el deseo de la hermana".
Lo cierto es que el incesto es un fenómeno ancestral, tratado universal e históricamente por diferentes autores en búsqueda de establecer su etiología y coadyuvar en la erradicación de su práctica que amenaza seriamente la dignidad humana y vulnera las personas enfrentadas a él, puesto que resultan afectadas en su fuero interno, en lo corporal y socialmente delinquidas.
Para muchos, el incesto padre-hija, padrastro-hijastra, representa el paradigma del empoderamiento machista manifestado intramuros del entorno familiar y de la victimización femenina a través de la sexualidad masculina. Esta conducta se manifiesta siempre asociada al ejercicio de relaciones de poder, y está ligada a la manipulación enajenante de la amenaza de no satisfacer a la víctima de necesidades básicas como vivienda y alimento.
Su detonante no se a clarificado pues el hombre incestuoso no tiene un perfil criminal ni patológico definido. Los agresores no son exclusivamente hombres pobres que viven en hacinamiento ni sicópatas ni alcohólicos. Los degenerados incestuosos están por todos lados. Son hombres de apariencia totalmente normales, hasta encantadores, pertenecen a todas las clases sociales y a todas las profesiones. Viven por igual en ranchos, casas de cartón y en suntuosas mansiones. Son marginales anónimos, de los llamados clase-medieros y adinerados con gran “prestigio” social. Hacen presencia en muchísimos hogares, siempre ocultos a la vista de los demás, salvo de la víctima y de los cómplices quienes los solapan desde el núcleo familiar mismo. Todos quienes participan en el incesto en su conjunto constituyen con su conducta depravada un problema de salud pública y prohíjan una secuela de delitos distintos.
Como el incesto no deja huellas externas en la victima, solo en la mente y en el espíritu, estas cargan con sus miedos y puede pasar mucho tiempo para dimensionar la magnitud de los daños en la niña o el niño victimizado. Después del acto criminal todo es confuso para ellos. Quedan impotentes ante un hombre a quien quieren y respetan, el cobarde que siempre pide o exige guardar el secreto. Y permanece ahí, en "el lugar del crimen", omnipotente y seguro entre las cuatro paredes de la casa y cerca de su víctima. Al terminar de actuar, sólo se quita una máscara y se pone otra, la del hombre responsable.
¿Qué queda para la víctima de incesto? Las niñas y muchachas que padecen un tipo de agresión incestuosa tienen trastornos frecuentes en el aprendizaje, manifiestan dificultad de concentración y de comprensión y son proclives a la deserción y fracaso escolar. Muestran señales típicas: un inesperado bajo rendimiento escolar, cambios bruscos en el comportamiento habitual, silencios extraños, aislamiento en los recreos escolares. En la sexualidad inhibición extrema o erotización prematura y tendencia a la promiscuidad. Hay también trastornos en el sueño donde son presas de pesadillas, insomnio y en casos extremos hasta sonambulismo. No resulta extraña la presencia de trastornos en la alimentación como bulimia y anorexia.
Cierto, el incesto es una de las peores aberraciones de la condición humana, estoy de acuerdo con eso, pero al grado de satanizar a quienes, por el motivo que fuere, abordan este tema, me parece ridículo, mojigato y hasta retrograda. Guardando las infinitas diferencias, cómo explicar entonces la trama de la novela ‘Cien años de soledad’ donde el incesto está presente al principio, durante su desarrollo y al el final de ella.
El relato del nobel de Arequipa inicia con el casamiento de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán pese a ser primos. Lo cual motiva la ofensa verbal de Prudencio Aguilar y esta es causa de su muerte. La boda se realiza en medio de temores de lo que podría pasar porque según la creencia popular en el contexto de la trama, las relaciones sexuales entre familiares provoca el nacimiento de hijos con cola de cerdo. Prácticamente toda la novela es la postergación de ese temor. En Macondo, lugar ficticio donde se desarrolla el relato, se presentan más casos incestuosos: el de José Arcadio (hijo de José Arcadio Buendía) con su hermana Rebeca; el de Aureliano José enamorado perdido de su tía Amaranta; el de Amaranta Úrsula y su sobrino Aureliano Babilonia… En esta última relación el autor fue benévolo, matizó el asunto incestuoso pues Aureliano Babilonia solo se entera que no son hermanos, cuando logra descifrar las predicciones de Melquíades, en el hecho de que la estirpe desaparecerá con el aniquilamiento del animal mitológico producto de la relación incestuosa. Entonces el ser arrasados por vientos huracanados y “borrado de toda memoria humana”, es la consecuencia de esa oscura costumbre de los habitantes de Macondo de tener relaciones sexuales entre parientes dentro de los grados en que, culturalmente está prohibido tenerlas.
Ah, qué decir del nobel peruano Mario Vargas Llosa, quien nunca ocultó su amor por su tía Julia, al grado de escribir en 1977, ‘La tía Julia y el escribidor’, para muchos la novela más autobiográfica de este autor nada desdeñoso con el incesto. En la vida real, en 1955, Mario Vargas Llosa se casó con su tía política Julia, diez años mayor que él. Ella es la hermana de la esposa del tío Lucho (este sí tío carnal de Mario Vargas Llosa). En 1964 se divorciaron, entre otras razones, por la presión familiar. En 1965 se casó con su prima hermana Patricia Llosa, hija del tío Lucho y sobrina carnal de Julia Urquidi (la primera esposa de Mario).
El tema del incesto en la literatura ha sido abordado por grades escritores, desde distintas perspectivas y diferentes matices, en el ámbito de la novelística y en el de la poesía: Erasmo de Rótterdam en su célebre texto “El Elogio de la locura “, hace referencia al incesto, como hijo de las furias en el infierno, al igual que la guerra, la ambición insaciable de oro, la apostasía sacrilega; a quienes califica de abominaciones o depravación enorme. Es una de las serpientes lanzadas por las furias para morder en el pecho de los mortales despertando las bajas pasiones.
Edipo Rey el clásico de Sófocles; Anais Nin en su obra titulada “Incesto o diario amoroso”, La Casa Grande, de Álvaro Cepeda. Elogio de La Madrastra, de Vargas Llosa. Son obras, entre muchas otras, donde el incesto es parte importante en su temática. Entonces… ¿Dónde está la inmoralidad al tratar estos temas? ¿Por qué tanta mojigatería prejuiciosa? Si el escribir de estos asuntos causa prurito literario, escozor a la moralidad personal o simplemente se considera no ser socialmente correcto, pues simplemente no escribir de ello. Déjennos a los irreverentes, a los transgresores ocupar ese espacio donde hay tanto que decir.
A manera de conclusión algunas partes del Romance de Federico García Lorca, Thamar Y Amnón, esplendida visión poética del incesto:
La luna gira en el cielo
sobre las sierras sin agua
mientras el verano siembra
rumores de tigre y llama.
Por encima de los techos
nervios de metal sonaban.
Aire rizado venía
con los balidos de lana.
La sierra se ofrece llena
de heridas cicatrizadas,
o estremecida de agudos
cauterios de luces blancas.
Thamar estaba soñando
pájaros en su garganta
al son de panderos fríos
y cítaras enlunadas.
Su desnudo en el alero,
agudo norte de palma,
pide copos a su vientre
y granizo a sus espaldas.
Thamar estaba cantando
desnuda por la terraza.
Alrededor de sus pies,
cinco palomas heladas.
Amnón, delgado y concreto,
en la torre la miraba,
llenas las ingles de espuma
y oscilaciones la barba.
Su desnudo iluminado
se tendía en la terraza,
con un rumor entre dientes
de flecha recién clavada.
Amnón estaba mirando
la luna redonda y baja,
y vio en la luna los pechos
durísimos de su hermana.
Amnón a las tres y media
se tendió sobre la cama.
Toda la alcoba sufría
con sus ojos llenos de alas.
La luz, maciza, sepulta
pueblos en la arena parda,
o descubre transitorio
coral de rosas y dalias. (…)
Amnón gime por la tela
fresquísima de la cama.
Yedra del escalofrío
cubre su carne quemada.
Thamar entró silenciosa
en la alcoba silenciada,
color de vena y Danubio,
turbia de huellas lejanas.
Thamar, bórrame los ojos
con tu fija madrugada.
Mis hilos de sangre tejen
volantes sobre tu falda.
Déjame tranquila, hermano.
Son tus besos en mi espalda
avispas y vientecillos
en doble enjambre de flautas.
Thamar, en tus pechos altos
hay dos peces que me llaman,
y en las yemas de tus dedos
rumor de rosa encerrada.
Los cien caballos del rey
en el patio relinchaban.
Sol en cubos resistía
la delgadez de la parra.
Ya la coge del cabello,
ya la camisa le rasga.
Corales tibios dibujan
arroyos en rubio mapa.
¡Oh, qué gritos se sentían
por encima de las casas!
Qué espesura de puñales
y túnicas desgarradas.
Por las escaleras tristes
esclavos suben y bajan.
Émbolos y muslos juegan
bajo las nubes paradas.
Alrededor de Thamar
gritan vírgenes gitanas
y otras recogen las gotas
de su flor martirizada.
Paños blancos enrojecen
en las alcobas cerradas.
Rumores de tibia aurora
pámpanos y peces cambian.
Violador enfurecido,
Amnón huye con su jaca.
Negros le dirigen flechas
en los muros y atalayas.
Y cuando los cuatro cascos
eran cuatro resonancias,
David con unas tijeras cortó
Las cuerdas del arpa.
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