Los espejos que se proyectaban
dentro de la viscosa textura del barro oscuro,
los cuerpos que se mecían
en la perversa quietud
donde se condensaban los mundos,
la estrella reventó contra el pavimento
y fueron meses de inspirada subordinación
en los subsuelos inmundos.
Intentabas abstraer,
en un fracaso continuo,
la huella de tus pasos sobre el lienzo de mis labios,
¡por si un día lejano!,
rompieras el corazón
y en tus tierras te sentías un extraviado.
Tú reías
deformado por el porvenir incierto de los días,
jugabas a existir
y tus uñas escarbaban las cicatrices de las heridas,
¡oh, tristes actos
que se hacen en nombre de la melancolía!
Vos eras incompleto,
como los pedazos de metal
que seguía acumulando en mis bolsillos,
de tanta podredumbre desbordaron repletos;
tu mundo interior fue la esperanza que,
a pesar de la dificultad de los tiempos vividos,
me permitió reflejarte en los vitrales
que conformaban la estructura de mi alma;
¡y no, no me dejes!,
en mitad de la vida varada.
He creado con el brillo estelar de la noche,
he dorado las palabras con esmero y derroche,
he fusionado la tinta
con la humedad de los cráteres frondosos
donde la desesperación del tiempo
culmina en un caprichoso reproche.
Prescindiré de tu ausencia,
para que un trozo de mí
no languidezca y muera;
el olvido traerá paz a la memoria,
será éste, un remiendo en los designios del amor
para darle continuidad a nuestra historia.
¡Sobrevivimos!,
vaya peripecia del destino;
hemos de seguir concibiendo lo indebido
hasta que las vejaciones que nos han parido
redescubran su sentido.
Entre las miserias y carencias
que nos han revestido,
extinguiremos el rostro imperfecto
junto con la sepultura de este domingo,
y arderá el dolor
sobre la creación que nos ha constituido,
será el llanto un símbolo de amor
junto a los demonios
que después del exterminio de la imaginación
me han sobrevivido.
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