EL PERSONAJE
Fue algo extraño pero creíble, algo susceptible de adquirir cierto grado de realidad pero a su vez era seguramente un simple sueño.
Difícilmente de recordar hubiese sido si no me caía de la cama, que en el sueño era como caer de un precipicio, donde lo único que amortiguaría el golpe seria un piso sucio y frió.
Así fue como desperté a media mañana con un dolor de cabeza tremendo, era como si mis neuronas se estuviesen reacomodando y con ellas mi actitud, personalidad y hasta la manera de pensar; pero al fin y al cabo, lo único que tenia claro era que estaba llegando tarde al trabajo, lo que era muy anormal debido a que mi asistencia era perfecta y siempre llegaba a horario.
Como era habitual me tomé un café, frío, pero café al fin. Me vestí con ropa fuera del estilo que solía usar porque estaba apurado y, a su vez, lo primero que encontré.
Salí de mi vieja casa tan rápido como mis pies me lo permitían, cruce la calle sin darle importancia al semáforo ni a los autos. Esto me trajo varios insultos y amenazas, pero bueno, mi causa era más importante, porque estaba llegando tarde.
De pronto me di cuenta que en el apuro tomé una diagonal equivocada, algo que nunca me había pasado, pero allí estaba casi perdido en la gran ciudad. Tenia ante mi dos calles en direcciones contrarias; una de ellas, por su nombre, pude deducir que me llevaría al centro; la otra me di cuenta, por un colectivo de línea, que volvía al cruce de calle que había pasado minutos atrás. Mi trabajo quedaba al lado de una plaza, la decisión era simple, tenía que tomar el camino en dirección al centro y de ahí me ubicaría sin problemas (o eso creía).
Fueron diez pasos que pude dar cuando alguien me sujetó del brazo, me apuntó en la cabeza con un arma y me dijo que le diera todo objeto de valor que llevara encima o si no me mataría. Por lógica o por miedo opté por entregarle el saco con el dinero, el no dejaba de apuntarme y por si fura poco, como si alguien hubiese querido, de golpe no pasaba nadie por ese lugar donde me encontraba, yo, el delincuente, y entre medio de los dos, un revólver calibre 22 listo para dispararme al medio del pecho.
Como si fuese de película de mi boca salieron tres palabras: “no me mates”. Apenas terminé de decir eso, el hombre gatillo cinco veces de los cuales cuatros disparos impactaron en mi hombro y mi corazón.
Yo estaba agonizando, acostado sobre el suelo frió y húmedo del callejón, sumergido en la inmensa oscuridad que se produce cuando uno sabe que va a morir. El delincuente iba desapareciendo de apoco, mientras que en mi cabeza trataba de pensar que era lo que había hecho para que mi vida terminara de esa terrible manera. La respuesta era simple, pero no par mi.
Por esas cosas del momento, un reaccionar incomprensible, llevo mi mano a uno de los agujeros que me había producido el disparo, y sentí y vi con mis ojos desorbitados, que lo que se suponía que debía circular por mi cuerpo y derramarse por el piso, no era sangre, sino tinta, tinta azul que formaba un charco en el piso, que en realidad era papel, y yo, yo no era de carne u hueso sino un conjunto de letras, y esas letras eran el personaje, y el personaje que era asesinado el día que llegaba tarde al trabajo, por un delincuente, era yo.
Y he aquí la simple respuesta y significado de mi vida y mi muerte, que no era más que un simple personaje con una historia, plasmada en un papel por un escritor sentado en su casa escribiendo un posible guión para una película, que no le sirve, por eso termina matándome al romper la hoja.
Pero yo ahora sigo vivo en la imaginación de aquel que escribió la historia de mi historia, y en el consciente de aquellos que la escucharon.
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