Me robaste el pensamiento,
el tronar de tu voz
es un eco que llega
desde la lejanía de un recuerdo;
¿estaré en falta si te pienso?,
¿y si acaso, me hostiga la mañana
durmiendo en las geometrías
que abren tus huesos?
Invítame al descaro,
exhala junto con el humo
el amor que no ha decantado,
desata, entre el dulce susurro,
la prisión anudada de mis lazos,
¡Tú,
desvísteme y desmorona la fragilidad
en el estruendo de un abrazo!
Regálame tus caricias,
a cambio de las aureolas doradas
que ornamentan la desnudez de mi pecho,
bajo tu mirada que me acecha y me desarma.
¡Oh, no reniegues del encuentro!,
el dolor será un brebaje de antaño
para las pasiones y desvarios lozanos
de un corazón embriagado.
La noche estival es sacrificio
sobre un ameno despertar, encuentro fortuito;
el cielo es tajado
por el pulsar frenético de los cuervos
que en su profundidad interna
han sido fecundados,
¡sangra y enloquece!
sobre dos amantes que desabrochan su castidad
ante la fiebre del encuentro enardecido,
sobre las golondrinas
que bajo la cruel tempestad han desaparecido.
¡Oh, tibio amor descosido!,
sentimiento
que desprendes el incienso de lo prohibido,
la luna ha sido mutilada
bajo la frenética alucinación de un asesino.
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