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I

Anoche, a punto de dormir en el sofá con el periódico en la cara, Ricardo escuchó las campanas del camión de la basura cuando este pasaba por la calle. Eran las siete de la noche, las estrellas eran como contados puntillos en el enorme cielo de algodón grisáceo y las luces pintaban la niebla oscura y densa. Ricardo se asomó por la ventana de su alto y solitario piso para ver a esos hombres que apurados trabajaban como hormigas cargando la porquería embolsada y tirándola a los camiones. Con la mano derecha apoyada en el mentón, veía como se alejaba parcamente el monstruoso vehículo y cada vez escuchaban menos las campanas que le habían arrebatado el descanso. Se incorporó Ricardo, sacó un cigarro de su saco de dril, encendió el tabaco y puso a girar un disco en la tocadora como si de algo le sirviera contra su depresión.

« A escribir lo de siempre, mañana y todos los días » dijo tendido en los cueros de su sofá. Cogió El Cartero Errante y revisó el titular que él mismo había editado en la mañana de ese mismo día: “Investigan al Primer Ministro por millonarios gastos”. Su rostro ya no expresaba la rabia que antes lo asolaba, ya su ceño se había fruncido lo suficiente en los últimos diez años, la impotencia le había dominado y en sus ojos relucían, como un brillo azul, esos disgustos acumulados en toda la década que lleva como periodista. Recordó a los recogedores con un sabor amargo en los labios, esas hormiguillas que se rompían el lomo por unas cuantas monedas, al igual que muchos, al igual que todos. “If we ever get outta of here…” respondía la música, mientras Ricardo ojeaba las páginas de la prensa llenas de crimen, crisis, deportes y espectáculo. « ¿Qué sentido tiene estar solo gritando en el desierto los crímenes de las arenas, si los viajeros asolados nada más buscan en el horizonte el camino a su destino? »—dijo aplastando la colilla de cigarro contra el cenicero.

Ricardo iba sucumbiendo al placer más parecido a la muerte, escuchando la tercera repetición del mismo CD, un tenue grito en el vecindario y las sirenas de los coches de la policía de Arlaín. « Al menos tengo trabajo, no como esos que corren para que los oficiales no los maten », susurró con el último aliento del día. Las luces de su casa perforaban la tela negra de la que estaba hecha la ciudad a las dos de la mañana. Los últimos taxistas iban cabeceando a casa, los pubs y cabarets eran fosforescentes aposentos de los bohemios, los amantes se encerraban en las sábanas para gritar todas las divinidades, y, vagamente, un piano se oía en algún lugar del barullo silencioso. Así era la noche, una sátira en el teatro de los vivos, los muertos y los borrachos. En esta escena sangrienta, nuestro héroe esperaba— en su camerino de actor secundario— a las ocho de la mañana en ese falso sueño que, poco o nada, calmaba el ruido de sus tribulaciones.

Un monaguillo infeliz del monasterio fue a dar las ocho campanadas en la torre de la catedral que nadie escuchó. El cuerpo automatizado del flaco reportero se levantó de la cama segundos antes de que sonara la alarma y en segundos ya estaba, como llevando el mundo sobre sí, en la ducha como todo “nuevo” día. Ajustó el nudo de la corbata, abrochó el abrigo, tomó su cuaderno de notas, encendió un cigarro y se fue a presionar las teclas, a hablar—de nuevo, como todas las mañanas— con las pocas ovejas que le leían.

Ahora, diez de la mañana, el redactor de El Cartero Errante se cansa de esperar las informaciones del día: juicios de los criminales más sonados, novedades negras en el parlamento que no son más que chismografías políticas, más vueltas al circo electoral en curso y más asuntos que siempre son los mismos pero con diferentes protagonistas. Terminando su columna para el periódico de mañana en su achacada máquina de escribir, la peste de la repetición mecánica de sus días hizo que estrellara su cabeza contra el teclado con la mirada perdida en la mugre; toda la maldita rutina había estallado… una vez más, como todas las semanas—en especial los lunes. «Ay dios» suspiró.

Texto agregado el 20-03-2016, y leído por 242 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-03-2016 Buen texto y con muy buenos detalles. 5* grilo
20-03-2016 Maravilloso relato, que bien escrito.. me ha encantado. Gracias KQ58
 
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