CASA FAMILIAR
Casa que llegaste tarde a nuestras vidas, pero un gran logro, especialmente para mis padres, ya mayores. Nos cobijaste, fuiste lugar donde siempre volvimos a encontrarnos y nos acogisteis como refugio cuando escapábamos de nuestras propias tempestades.
Te fuiste quedando sola, se fueron marchando tus moradores .Hoy la vid de rosado y dulces frutos y las plantas de bellas flores que recibían el esmerado cuidado de mi madre, se han negado a morir y sobreviven en medio del pasto y la maleza.
Ahora fluyen los recuerdos de los duros inviernos de estas latitudes, con la lluvia golpeando con fuerza los cristales y el viento azotando los árboles del cerro vecino transformando su pasar en un verdadero rugido.
Celebraciones de onomásticos, cumpleaños, aniversarios o de logros obtenidos con esfuerzo.
Vieja banca, testigo de largas conversaciones entibiadas por el sol del verano y del otoño, o de meditaciones en soledad al calor de un cigarrillo en los lejanos años del vicio.
La casa del perro abandonada entre las hierba, recuerdo de las mascotas, que en su tiempo nos acompañaron con sus ladridos y muestras de cariño.
Araucaria, símbolo de la majestuosidad y de pueblos ancestrales de las alturas, que viajaste como semilla desde los Andes o de Nahuelbuta y que hoy te elevas sobre la casa y con tu belleza desafías a pinos, eucaliptus y aromos que te circundan.
Dejaremos atrás el metal de la oxidada reja , que un día reemplazó la de madera celeste, que mi padre se esmeraba en mantener pintada; el cemento del muro y de las gradas de la escala. Con ello también dejaremos las vivencias y recuerdos que esta estructura de hormigón atesora y guardará por siempre.
Cerraremos la puerta por última vez, pero la verdad es que ello comenzó cuando se cerraron definitivamente los ojos de mi madre.
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