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EL CAZADOR DE PLUMAS

Preámbulo al CAP. 1
LAS FLORES

Xochilt era casta como la casta flor que crece en lo secreto del bosque por el Nikté. Solamente el sol, el perfume y el viento se atrevían a tocar su delicada piel. Y como el colibrí acude a la flor por su aroma dulce en busca de néctar, los jóvenes acudían a contemplar aquella belleza encarnada buscando la suerte de su compañía. Aunque la joven deseaba ser desposada su estirpe no le permitía tal cosa. Ya era considerado el tiempo de apremiarla con un inicio en las artes de aquellas que son secretas a los mortales, e incluso los grandes señores apenas han oído de ellas. Grandiosos cazadores con sus arcos majestuosos y su puntería divina, acudieron ofreciendo su talento, fuerza, valentía y seguridad, pero para las zukias era una pérdida de tiempo, no importaba ser diestro y ser proveedor en aquella tierra en donde el tiempo parece detenerse a los ojos comunes y si tales hombres no eran considerados suficientes para hacer desertar a la joven flor de su destino, menos oportunidad debía tener aquel joven que no acudió a pretenderla, sino que detrás de un peñasco se quedo viendo a la muchacha, no sabía usar arco, ni tenía gran fuerza, solo podía cazar con cerbatana, y era una habilidad que era considerada poco vigorosa, más bien de gente tímida que de bravos que corren riesgos para obtener recompensas. Con un arco se podía hacer viajar una flecha muy lejos y sin perder potencia traspasar el cuerpo de un animal o algún enemigo obligándolo a morir desangrado o perder fuerza a causa del impacto, en cambio el dardo disparado por la cerbatana no podía viajar tan lejos por muy fuertes pulmones que se tuvieran, y se llegara a su destino no podría herir a nadie a no ser que estuviera embadurnada con polvo de hongo o moco de rana roja. Las ranas rojas eran muy escasas y solo salían en invierno cuando las hembras llaman al macho para aparearse. Ya se había oído de hombres que morían por agarrar una rana, o de otros que se tragaban el dardo envenenado al halar aire para lanzarlo. Sin embargo el muchcho de la cerbatana no era un simple cazador era un (hapú).

La muchacha lo divisó en el peñasco y lo que del más le llamó su atención no fue su figura, ni su rostro, sino su timidez, en su mirada pudo contemplar un hilo que le halaba hacia él. Era el mes del Nikté cuando la flor cremosa florece y los colibríes acuden a ella.

Texto agregado el 19-03-2016, y leído por 97 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
19-03-2016 Me ha gustado , se queda cortito porque solo es un capitulo, quiero más. Gracias KQ58
19-03-2016 Muy bonito, se me ha quedado corto. Gracias KQ58
 
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