-Gracias por estar aquí reunidos con nosotros en este lugar –dijo el reverendo-. Estamos aquí con la única intención de unir a Alex ya Rouse en sagrado matrimonio…
El doctor y unas enfermeras corrían empujando una camilla. El hombre que yacía sobre ella había sido encontrado bajo un puente…
-… Y sin nada más que agregar, pónganse de pie para recibir a la novia. Los presentes miraron hacia atrás. Una mujer con tres niñas avanzaban…
…con múltiples fracturas en todo su cuerpo. Testigos vecinos afirman que el hombre se había tirado por si mismo al puente, y que luego del asombro llamaron a la ambulancia.
…con un vestido blanco y un velo. Dos de las niñas lanzaban pétalos al aire y la tercera le llevaba la cola de su vestido. A Alex se le salieron unas lágrimas. Ahí estaba la bella mujer que, dentro de poco, sería su esposa.
La ambulancia había llegado lo más rápido que pudo. Tu vieron que pedirle ayuda a los vecinos para sacarlo de ahí. Fue difícil, pero lo lograron sacar.
El padre la acompañaba tomándola del brazo. Cuando llegaron donde Alex y el reverendo el padre le dio unas palmadas en su espalda.
-Cuídala bien –le dijo al oído. Alex asintió. Su futuro suegro sonrío y se fue a sentar junto con las niñas que tiraban pétalos. Solo quedo la niña que le llevaba la cola a la novia. Rouse se levantó el velo.
La ambulancia hacía sonar su sirena a toso volumen. Todos los autos se apartaban para darle paso. Las enfermeras que iban atrás con el le ponían sangre y oxígeno, porque no podía respirar por si mismo.
-¿No puedes ir más rápido? –díjole una enfermera al conductor con un tono de desesperación-, ¡se nos está muriendo!
-Voy lo más rápido que puedo.
-¡Se nos está muriendo!
-¿Por qué no conduces tu entonces? –dijo fastidiado el conductor.
-¡Silencio los dos! –terció otra enfermera.
Las personas se sentaron y el reverendo tomó la palabra.
-¿Quién tiene los anillos? –preguntó el reverendo. Un niño entró y le dio una cajita.
Entraron a la sala de urgencias. Increíblemente, y a pesar de la caída, el hombre seguía con vida. Lo conectaron a una máquina que medía sus latidos cardíacos y le pusieron algunas intravenosas para meterle sangre.
El reverendo abrió la caja. Dos preciosos anillos de oro puro, con un hermoso diamante de 24 kilates, brillaban. Alex y Rouse se miraron y se tomaron de la mano.
-Doctor –dijo una enfermera-, su ritmo cardíaco baja muy rápido.
-Inyéctele 25mg de diazepam.
-Enseguida.
El reverendo sonrió y miró a los novios, quienes también sonreían. Por unos segundos no sabía que palabras decir, pero por fin logró sacar estas:
-¡Doctor, doctor, el diazepam no hace efecto!
-El desfibrilador, ¡pronto!
-Damas y caballeros, gracias por estar presentes en un momento tan importante como este. Alex y Rouse darán un gran paso, que pocos quieren dar, por cierto. Pero la recompensa es grande: la bendición de Dios y la creación de uno de los pilares más importantes que tiene nuestra sociedad: la familia…
Una enfermera trajo el aparato. El doctor lo tomó y el enfermero esperó su señal para cargarlo.
-Carguen.
-Cargado.
-¡Despejen!
Una descarga eléctrica cayó sobre el pecho del hombre. Nada pasó.
-… ¿saben?, la vida matrimonial no es nada fácil. Habrá momentos en que su relación será puesta a prueba. Pero juntos, y con la ayuda de Dios, los superarán sin problemas…
-Carguen.
-Cargado.
-¡Despejen!
Una nueva descarga eléctrica cayó sobre el cuerpo del hombre. Pero, como la primera vez, nada pasó.
-… Así que, sin nada más que agregar, Alex, ¿aceptas a Rouse como tu esposa para amarla y respetarla hasta que la muerte los separe?
-¡Doctor, su pulso cardíaco llegó al punto crítico!
-Acepto.
-Dios… carguen a máxima potencia
-Y tu Rouse, ¿aceptas a Alex como tu esposo para amarlo y cuidarlo en la salud y la enfermedad, en la juventud y la vejez, en los buenos y en los malos tiempos, en la pobreza y riqueza?
-¿Está loco? ¡El último que hizo eso no…!
-Acepto.
-Si, ya se lo que pasó. Pero es un riesgo que estoy dispuesto a correr. Ya se me han muerto demasiados pacientes este día… ¡Y no quiero otro!
-Ahora, damas y caballeros, ¿habrá alguien que se oponga a esta unión?
-De acuerdo –dijo la enfermera.
Todos los presentes se miraron. Nadie se levantó.
-Enfermero… -dijo impaciente el doctor mientras veía la máquina a la que estaba conectado su paciente.
-Entonces, si nadie se opone, yo los declaro Marido y Mujer….
-Cargado.
-… puedes besar…
El doctor tomó el aparato….
-… a la novia.
-…. y levantó sus manos.
Alex y Rouse se miraron. Este era el momento que tanto habían esperado. Estaban a punto de iniciar una nueva vida juntos.
Los enfermeros y enfermeras retrocedieron.
Cerraron sus ojos…
Cerró sus ojos.
… acercaron sus labios…
-Dios, que funcione por favor –dijo el doctor en su mente en una especie de oración.
-… y, ante la vista de todos,…
Los abrió.
-… se besa…
-¡Despejen!
Mi cuerpo se sacudió violentamente. Abrí los ojos. ¿Dónde estaba? Miré a mí alrededor. Había un doctor y unos enfermeros y enfermeras mirándome. Estaba en un hospital.
Miré mi cuerpo. No podía mover mis piernas y de mis rodillas salía abundante sangre. No entendía nada.
-¿Dónde estoy? –pregunté.
-En el hospital.
-Pero, ¿cómo llegué aquí?
-Unos vecinos lo vieron tirarse de un puente y pidieron una ambulancia.
-Pero, pero… ¡no es posible! Yo estaba en una boda. Habían muchas personas en la iglesia, un reverendo, unas niñas tirando pétalos y mi no… ¿Dónde está Rouse?
-¿Rouse?
El doctor miró al enfermero que tenía al lado.
-¿Qué pasa?
El doctor lanzó un suspiro.
-Rouse murió esta mañana.
Me desplomé. ¿Cómo podía estarme pasando eso? Si todo parecía real, ¡todo! La boda, los invitados, los sentimientos que tuve, su mano, el si acepto… me negué a aceptar lo que me decían.
-No, no es posible, ¡me rehuso aceptarlo!
El doctor se encogió de hombros.
-Bueno… así están las cosas.
Dicho esto salió de la habitación.
Un mes después me dieron el alta y abandoné el hospital. Mientras salía recordaba con melancolía lo que me había pasado. No tuve más opción que aceptar que todo lo que viví, lo que creía real, fue un sueño solamente…
FIN |