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Una sed de cosecha fecunda por el ovillo de tus antepasados espera termo a termo enfrentar la ventisca que te forma y te deshecha como un hombre todavía no instruido a mirar.
Una tormenta descubre los pasos que tu sangre de a poco fue dejando mientras enseña lo irreversible de la especie con dibujos y comerciales.
Juega otro niño entre suelos y murallas.
Juega el humano a dejar su pisada.
El reflejo del mundo se esconde al fondo de una botella insípida ya, distorsionando el recuerdo de lo que una vez fuiste y que de a poco se convirtió en religión.
El más sincero fondo ofrece sólo una opción en la subida cuando el vil metal resguarda el abismo de quien siente y escucha el latir de un motor que a pilas poco a poco desvanece.
Juega otro hombre entre amores y corazas.
Juega el humano a aprender su pisada.
Disfrutar mucho es no estar recordando sino liberarse del peso de la memoria que aterroriza hasta al Funes más desprevenido, y sentir el goce de la vibración del momento y dejar de proyectarse como objetivo a futuro.
Descubrir que uno está encadenado en el tiempo de la materia que lo compone, como su herramienta al ansiado sentimiento. Que uno es insignificante, y por eso es tan fuerte.
Juega otro abuelo entre recuerdos y consejos.
Juega el humano a enseñar su pisada. |
Texto agregado el 17-03-2016, y leído por 55
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