LA VOZ DE LA CONCIENCIA
¿Qué es la voz de la conciencia, de la que muchos hablan pero donde no cabe una definición precisa? Para definirla, no obstante, me parece que lo mejor es acudir al sentido literal: voz interior, voz que suena dentro de nuestra cabeza, eso es la voz de la conciencia. Algo inmaterial, intangible, de ahí su oposición neta con el cuerpo, que es lo material, lo que vemos, lo que tocamos. La conciencia solo se oye, y no siempre. El cuerpo tiene enemigos: virus que lo atacan, enfermedades que acechan, tóxicos que pululan en los estantes repletos de mercancías. La voz interior también tiene enemigos: todo aquello que impide su realización. ¿Por qué es tan importante poder escucharla? Porque al ser inmaterial queda libre de ataduras terrenas, su decir será limpio, sincero, sin las interferencias de la avidez y el capricho inmediato.
Esta voz constituye un freno para la satisfacción de aquellos deseos cuya realización provoca daños a terceros o a uno mismo. Porque puedo apetecer un cigarrillo tras otro. La voz de la conciencia me advierte entonces, me avisa de que por ahí no. ¿Qué otra cosa puede hacer? Surge al instante el conflicto, alma y cuerpo no se entienden. Esta voz amarga la fiesta de la carne, que anhela vivir y disfrutar mientras haya tiempo y lugar para ello. El cuerpo, aliado con la mente, comprende que debe desactivarla. ¿Es posible? No es posible desactivar la voz de la conciencia. Otra solución para estos aliados de circunstancias: dejar de oírla. ¿Cómo? Basta con aplicar las leyes de la física: un ruido potente enmudece los que quedan por debajo de él. La voz del espejo es ruido que se oye cuando dominan el silencio y la calma. ¡Llenemos, pues, las jornadas de prisas y alborotos, y la voz de la conciencia se callará por fin!
No es una solución definitiva, pero constituye un buen atajo. Muchos lo toman: fuman y beben como cosacos para no oír esa voz estridente; van a discotecas a tragar humos y ambientes apretados para no oír su voz interior; se atosigan, por último, con el trabajo y el estrés, así es como se liberan del peso de la conciencia.
En otras esferas más altas, el rico empresario que hunde en la miseria a sus pobres empleados acalla la voz del espejo, si acaso la conserva aún, que de seguro estará raquítica y paliducha, acudiendo a fiestas, embajadas, cruceros, reuniones de última hora en el estudio 158 del rascacielos situado en una de las avenidas principales. Y así, no es que la engañen, es que la silencian saturando de ruido sus vidas. La voz de la conciencia no muere nunca, dormita en el fondo de los almarios. Así es la vida, ¿qué le vamos a hacer?
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