Errante vagabundea el hombre fuerte
con sus pesares acuestas, y dobleces
sin saber dónde dejarlos ni apilarlos.
Busca lugares abiertos donde quedarse
en sus ojos van rodando las penurias
de tantas horas sin tiempo para calmarse.
No entiende que su paso ya va perdiendo sustento
que las rosa van dejando sus pétalos en el valle.
Que las ilusiones danzan y jamás descansan,
los olores se fragmentan con los perfumes
que el viento liga en el monte donde anidan vacas viejas.
Quizás el reloj no camine sin esfuerzo compartido,
o el tiempo a fingido que es su fiel esclavo,
lo que si sabemos todos, que él nunca descansa.

MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI