Esa noche, hace una semana, cocinabamos en nuestra nueva cocina, nos habíamos mudado hacía una semana, el apartamento aún es un desastre. Esa noche llegué temprano del trabajo y él ya me esperaba en casa. Creo que era una pasta al pesto lo que cocinamos, algo sencillo. Reíamos de lo que me había pasado en el trabajo, simplemente vida normal. La ventana estaba abierta de par en par y se disfrutaba entre su marco el espectáculo del reflejo de la luz de la luna en el río que cruza la ciudad. Mucho silencio, mucha paz en esta parte del pueblo donde habíamos elegido nuestra primera casa.
Casa… no sé bien cuál es la definición de “casa”, nunca tuve una. Salí hace mucho tiempo de lo que creí fué mi casa... uff... hace muchos años. Vivi en apartamentos, viví en muchas casas, con mucha gente, en muchas ciudades, diferentes familiares, de alguna manera nunca funcionó. Así que tome las maletas, la guitarra y me lancé a volar. Éramos solo las dos por el mundo, la maleta y yo digo. Viajé mucho, mucho, buscando ese nuevo sitio. Lo gracioso era que siempre y cuando estuviera con mi maleta al lado del camino, me sentía más en casa que nunca. Mi casa por muchos años fué al lado del camino y lo disfruté, bien sabe dios que lo disfruté.
Y asi se me pasaron casi ya 10,950 atardeceres… asi se me pasó un tercio de la vida. Aún recuerdo esa pequeña niña con tantos sueños, con tanta imaginación, con tanta alegría, con tanta soledad, con tanta tristeza, con tanta pasión, con tanto amor, con tanto temor. Creo que ya todo lo he sentido después de tantos atardeceres; bueno, no, seguro lo mejor está aún por venir. Ya dentro de una semana habré jugado este juego más de 10,950 días y 500 noches. Estoy más sincera que antes, más serena que antes. Me siento satisfecha, curiosa y sin miedo. Lo más valioso ya nadie me lo puede quitar.
Y así se me pasó un tercio de la vida, fué así como llegué a esa noche a cocinar ese pesto, llegué a ese momento en el que necesitaba una olla para cocer la pasta y me agaché para sacar la olla del compartimiento inferior de la cocina, fué así como llegué a ese momento en el que por primera vez me sentí encontrada. Fué ese momento cuando, al agacharme a abrir el compartimento donde están las ollas y sartenes, paré… paré en ese momento, solo paré. Miré al rededor y se podría decir que por primera vez vi mi casa. Las historias pasaron por mi mente, recuerdos de tantos viajes, tanta música, tantos vuelos, tantos extraños, tanta soledad, tantas maletas, tantos aeropuertos, tanta alegría, tantos amaneceres, tantas historias. Fue ese momento donde finalmente sentí que había llegado al sitio que había buscado media vida… por medio mundo … paré un solo momento y me dije a mi misma: 'felices 30 vieja!', había finalmente llegado a casa.
@Linz, Austria |