Lobo
Los ojos en apariencia tranquilos,
húmedos aunque fieros,
pozos de luz ajena sobre un rostro de mármol,
agazapados tras un muro de ausencia;
pero atrás, bien adentro, se conmueve la lágrima;
esa que tiembla cuando el sentimiento se enciende.
El dolor ya una costumbre; el que vino y ya llega;
a cuestas lo llevo, soñoliento de rutina,
entre la carne y la sangre, bajo una coraza de llagas,
vociferando un lamento infinito
cuando la soledad me sonríe.
Abrazo las sombras, de los que ya partieron,
vivos o muertos, o sólo ausentes,
salpicándome sus voces rotas, su silencio oscuro,
el cadáver de un recuerdo, primaveras ya esqueleto.
Esperando a que parta mi último amigo,
aquél de hocico suave y ladrido de ángel,
dejándome en nada, descarnado,
con el dolor de su ausencia, habré de crecerme.
Esperando a una puerta o la nada;
esperándote a ti, vida;
o a mi, esperanza.
C.E.N.C, 16.03.2016 |