Hace siglos, la Luna pactó con el Sol las horas que los hombres serían de uno y de otro. El Sol tendría a los hombres por el día, y bajo su calor les enseñó a trabajar, a divertirse, a jugar, a construir y a soñar; y su cálida luz les dio mil y una hermosas escenas bañadas en oro. La Luna, tendría a los hombres por la noche, y bajo sus plateados rayos ellos dormirían, y sus almas viajarían a las regiones del sueño, donde podían hablar con las criaturas de la magia, tanto tiempo atrás desaparecidas.
Pero el Sol, hizo trampas. Por uno de sus rayos descendió una gota de ámbar, que se sembró en la tierra, en la tierra de Colombia, y allí creció la primera mata de café. Y masticando sus semillas, los hombres podían permanecer despiertos toda la noche, y abandonaron a la Luna y a los seres mágicos. Así que la Luna, entristecida, lloró sobre la Tierra, y sus lágrimas hicieron brotar adormidera, valeriana y daturia. Y cuando los hombres las probaron, volvieron al plateado terreno de Selene.
Y de esa forma, los hombres escaparon del pacto entre el Sol y la Luna, y fueron libres de vivir en el mundo que quisieran, a la hora que quisieran.
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