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Cuando niños, mis padres siempre nos llevaron al pequeño galpón que acogía a la comunidad de mi pueblo donde el pastor celebraba en las mañanas de los días festivos un servicio religioso.
Mi hermanita Emilia tenía solo tres años y ese domingo estaba especialmente dicharachera, a tal extremo que no dejaba que el pastor desarrollara su sermón, por lo que mi padre,después de un par de intentos para hacerla callar, rojo de vergüenza, la tomó en brazos y se dirigió hacia la salida del local. Emilia, mirando a todo el mundo con su cabecita asomando sobre el hombro de mi padre, sonreía mientras que, a modo de despedida, agitaba su manita a toda la congregación.
Y pasó a ser una leyenda en el pueblo cuando al salir, con toda su alma, gritó:
¡Recen por mí, por favor! |
Texto agregado el 15-03-2016, y leído por 129
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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15-03-2016 |
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Jajajaja, peo que relato tan tierno, me encantó!!
Un abrazo dulce. gsap |
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15-03-2016 |
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Una historia simpática.
Saludos kharey |
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