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Soledad acompañada.
La soledad ha sido mi compañera de viaje por años, era viajante por naturaleza, no concibo la vida en un solo lugar, viajaba por trabajo y por placer, por eso mi trabajo era el de camionero.
Iba de ciudad en ciudad entregando la mercadería a distintos países y eso me agradaba, sentir el sol, el viento y hasta el frío en mi rostro era lo más placentero que podía pedir, vivía solo, ninguna mujer soportaría tener a un esposo que no estuviera nunca en casa.
Pero con el correr de los años he tenido la necesidad de formar un hogar y de tener hijos y es ahí donde las cosas se me complicaron.
Conozco muchas mujeres pero ninguna que ame verdaderamente y que ella me ame a mí.
Fui a uno de esos lugares donde consiguen pareja a hombres como yo, tan especiales, aunque no me animaba, no sabía si era correcto, era un poco tímido.
Me entrevisté con la dueña de la agencia y me preguntó un montón de cosas a las que contesté lo mejor que pude.
Donde vivía, si era soltero, si tenía familia, a qué me dedicaba, si ganaba bien, si tenía dinero en el banco, si soy propietario etc… todo eso me preguntaron con lo cual no estaba muy de acuerdo pero me dicen que, es lo que las mujeres que también son encuestadas, quieren saber.
Luego de todas estas preguntas tuve que esperar para ver si hay alguna mujer de mi agrado que llene mis expectativas y yo las de ella.
Una semana pasa hasta que me preparan la primera cita, me arreglo lo mejor posible, traje corbata y hasta perfume y me lanzo a la aventura de conocer a mi media naranja.
Nos encontramos en una confitería céntrica, ella, una mujer de unos treinta y cinco años, rubia y con un físico despampanante me espera sentada tomando un aperitivo.
Me acerco y me presento, ella me atrae y creo que yo a ella también, nos saludamos con un beso en la mejilla y me siento a su lado.
Pido un aperitivo para mí y luego la cena.
Charlamos de su vida y de la mía.
Tenía un hijo adolescente y estaba divorciada desde que su hijo cumplió los dos años.
Para mí todo era nuevo, miles de veces tuve citas con distintas mujeres pero esto me pareció algo raro, diferente.
Le conté que había estudiado pero no me había recibido y como no tenía familia tuve que salir a trabajar desde que era muy joven para mantenerme y poder darme algunos lujos tales como casa propia, camión y auto, el resto no era asunto de ella.
A ella pareció interesarle mi condición de soltero y quedamos en volver a vernos el sábado siguiente porque durante la semana mi trabajo me impedía verla ya que viajaba a Argentina.
Esto no pareció importarle, me dijo que ella también trabajaba durante la semana y sólo tenía libre los sábados y los domingos, que era enfermera en un sanatorio particular.
Quedé tan impactado con Helena, que así se llamaba esa mujer que esperé con ansias el próximo sábado.
Quedamos de encontrarnos en el parque, para aprovechar la tarde que ese día estaba calurosa a pesar de ser Otoño y así fue que volvimos a vernos.
Helena estaba hermosa, con aquellos pantalones ajustados que mostraban unas caderas prominentes y una blusa casi transparente que me enardecía sobremanera.
Paseamos hasta la noche y luego me animé y le propuse que fuéramos a mi casa y ella aceptó.
Mi casa es bastante grande, la compré muy barata pero la reconstruí y ahora es una verdadera belleza, tiene dos dormitorios, un comedor de ocho metros, cocina con todo lo necesario, garaje para el auto y el camión, sala de juegos y un jardín hermoso.
Helena quedó encantada con la casa y desde ese momento los dos soñamos con estar viviendo juntos y casarnos lo antes posible.
Conocí a su hijo y muy a pesar mío no fue lo que esperaba para un chico de quince años, parecía mayor y no era muy agradable pero traté de superar eso por lo enamorado que estaba de su madre.
Ella me dijo que estaba celoso nada más pero que ya se le pasaría y seríamos una verdadera familia.
Y así fueron pasando los días y los meses, nos llevábamos de maravilla y llegó el día en que decidimos de común acuerdo que queríamos casarnos.
Federico, su hijo, al fin estuvo de acuerdo y nos casamos los primeros días de enero.
A la boda fue mucha gente, la mayoría parientes de Helena ya que yo no tengo familia y algunos amigos.
Con respecto a mis amigos debo decir que no estaban muy de acuerdo con el casamiento, más de uno decía que Helena no era para mí pero por supuesto que no los escuché.
De luna de miel fuimos a Bariloche, ella no conocía esa ciudad y a mí me agradaba mucho.
Mientras tanto Federico se quedó en casa de la familia con sus abuelos maternos.
Al regreso, luego de una semana de placer y locura, regresamos a lo que sería nuestro hogar y luego de tres meses comenzamos a planear tener un bebé, debo decir que en esto, Federico no estaba para nada de acuerdo pero ese ya no era su problema.
A pesar de todo, Federico y yo nos llevábamos bien, y hasta llegué a llevarlo en uno de mis viajes el cual disfrutamos mucho.
Pero como dicen, todo lo bueno termina y eso sucedió más pronto de lo deseado, Helena y yo comenzamos a discutir mucho, ella me reclamaba que pasaba mucho tiempo sola y que le prestaba más atención a su hijo que a ella.
La verdad es que no entendía nada, a la mayoría de las mujeres les encantaría que su actual esposo quisiera al hijo de un matrimonio anterior, pero parecía que Helena era diferente.
Traté de pasar más tiempo en la casa pero las cuentas ahora se habían triplicado, Helena era muy gastadora y todo era de lo mejor y lo más caro
Federico iba a un liceo privado y Helena había dejado de trabajar, por lo tanto todo recaía en mi billetera y así se lo dije, esto me valió varios días de peleas constantes.
Un día en que estábamos conversando, surgió la idea de hacernos un testamento, uno a favor de ella y otro a mi favor, nos aseguraríamos, en caso de fallecer uno, que el otro no quedara desamparado y lo llevamos a la práctica.
Un millón de dólares obtendría el que quedara con vida, parece mucho dinero pero yo no lo veía así.
Seguimos con nuestra vida, con altibajos como todos los matrimonios, hasta que un día Helena al tratar de bajar un gato que se había subido al techo de la casa y no paraba de maullar, se resbaló y cayó al piso con tanta mala suerte que se quebró una pierna y tuvo que estar un mes enyesada.
Tuve que cocinar y eso era algo que me agradaba pero mi mujer no estaba acostumbrada a mi comida y todo lo que comía le caía mal, hasta el punto en que tuve que llamarle al médico.
Parece ser que lo que tenía era gastritis y cambiando las comidas lo podríamos solucionar pero la verdad es que estaba cada vez peor, su hijo se había ido de vacaciones y sólo estábamos ella y yo.
Por todos los medios traté de que mejorara pero llegó el fatal día en que falleció y el médico nos dijo que la gastritis la había matado, llamé a Federico que volvió rápidamente de sus vacaciones para ver por última vez a su madre ya que estaba a pocos kilómetros de la ciudad.
La enterramos y volvimos a la casa, sin saber qué era lo que íbamos a hacer, no sabía si Federico se quería quedar a vivir conmigo o se iría a la casa de sus abuelos.
Durante el velatorio, un tío de Helena notó algo extraño, ella tenía un color verdoso que no era el de la muerte precisamente y me lo comentó.
Le dije que yo no notaba nada raro, que la veía muy bella a pesar de estar muerta, me dejó contemplándola y se retiró, al poco tiempo todos sus parientes estaban observando el cadáver.
Les dije que no era correcto hacer eso pero nadie parecía escucharme y luego del velatorio, la policía vino a verme.
Me hicieron muchas preguntas a las que contesté y a su vez yo les hice una:
___A qué se debe todo esto?
Ellos me contestaron que la muerte de mi mujer era bastante extraña, que iban a hacerle una autopsia a lo que contesté que yo no iba a permitir semejante cosa pero no hubo caso, sus padres y su hijo estaban de acuerdo y…
Llegó mi final, pensaba que podía salirme con la mía, podría cobrar el seguro y viajaría por el mundo, esa era mi vida, viajar y no estar encerrado en una casa pero creo que me apresuré, no me di cuenta de que un buen médico como el tío de Helena, vería el efecto del veneno en su piel, quizá si se hubiera muerto al caer del techo… pero no… no bastó una piedrita tirada sin ser visto.
Desde el funeral, mis amigos se olvidaron de mí, ninguno volvió a hablarme. Ellos me conocían, por eso el interés en que no me casara y por eso mentían sobre que Helena no era para mí.
En estos momentos estoy escribiendo desde la cárcel, me espera una larga condena, no tuve la precaución de esconder el frasquito del veneno y qué ironía, yo que deseaba vivir al aire libre, conociendo ciudades y viviendo en soledad, me veo obligado a vivir encerrado, quizá me lo merezco, aunque creo que si Helena hubiera tenido la oportunidad, quién sabe…
Ahora voy a tener que vivir el resto de mi vida en una eterna soledad acompañada.
19/10/2015
Omenia.



Texto agregado el 14-03-2016, y leído por 239 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
15-03-2016 jajajajaja, visitar tus escritos es como ir de visita al cementerio, los muertos están asegurados (te lo digo sin animo de ofender, todo lo contrario) elisatab
15-03-2016 Le está muy bien empleado por envenenador, más sola se quedó Helena. elisatab
14-03-2016 Maravilloso....***** blasebo
 
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