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ANGELITA
Angelita era una mujer bien parecida. Caminaba marcando el este y oeste con tanta gracia que a veces la tierra variaba el eje de gravedad.

En el pueblo se la conocía por el sobrenombre de “la eléctrica”. El mote definía muy bien sus circunstancias personales. De vez en cuando, como un cortocircuito, se disparaba, y una chispa interna provocaba la necesidad imperiosa de un varón para saciar su sed de amor.
El procedimiento era automático y el detonante podía ser cualquier cosa: el pomo de una puerta, una canción en la radio, el suave roce de una tela, el vértice provocador de una escoba… en ese instante un calambre recorría todo su cuerpo llenándola de fogosidad y ardor, acumulándose en “aquella sea la parte” motivo de su mote. Entonces, como una autómata, devorada por la excitación, dejaba todo cuando estuviera haciendo e iba a buscar un hombre bien dispuesto a colmar su deseo. Excuso decir que los machos de esa villa estaban bien dispuestos, incluso felices de saciarla.
A pesar de ser bien conocida por todos la afición de Angelita, había una especie de código de honor secreto entre los hombres, de modo que nunca se hacía mofa o escarnio de ella en bares o tertulias masculinas; por algún motivo, aquellos consumidores de sus anhelos eran conocedores de la sed limpia que emanaba de ese cuerpo generoso. Por otra parte, ella nunca hizo mercantilismo de su necesidad, a pesar de que no le sobraba el dinero. Nadie jamás osó llamarla puta.
Un día se reunieron las fuerzas vivas del pueblo. El cura manifestó sus quejas al alcalde y a varios concejales del ayuntamiento, y así en “petit comité”, unos por ternura y otro por envidia, convinieron en la necesidad de encerrar a Angelita en un centro para tratar su… “dolencia”.
Cuando ella se enteró, por uno de su avispados amantes, espero el momento oportuno de solucionar el tema. Ocurrió una mañana, mientras esperaba su turno en la carnicería. Escuchó como unas mujeres cuchicheaban el asunto, a escondiditas, pero con risas burlonas. La defensa fue fácil para Angelita, que por otra parte, de tonta no tenía un pelo, simplemente dijo alto y claro: ¡¡¡-como me pase a mí algo, juro por el Cristo de Medinaceli, que diré uno por uno, los nombres de todos y cada uno de los varones del pueblo con los que he follado!!!, se volvió encarándose con las mujeres que en esos momentos tenían los ojos como platos agregando: ¡y los de vuestros maridos los primeros!, serena espetó: -y ahora vayan y se lo digan al cura.
La carnicería se vació al instante, y el carnicero servicial, con naturalidad y de seguido, dijo: ¿que te pongo Angelita?. Nunca más nadie osó meterse con ella.
Se casó con “el Amancio”, camionero de profesión. Era forastero, de modo que desconocía por completo los informes locales de las andanzas de su amada. El noviazgo fue rápido e intenso; cada vez que iba a festejar, entre viaje y viaje, el furor de Angelita lo colmaba. Así que Amancio pudo imaginar una vida de llena de pasión y desenfreno.
Soñaba con ella en sus largas rutas mientras metía las marchas o hacía girar el volante. Ya no necesitaba música que le distrajera, ni calendario provocativo que le inspirara, avanzaba el camino soñando con las curvas interminables de su mujer insaciable.
Pasados unos años, el pobre Amancio comenzó a pillarle miedo a la fogosidad de su mujer, así que exhausto algunas noches debía dormir en la cabina del camión para escapar de Angelita y así salir descansado a la carretera al día siguiente.
Dicen las malas lenguas del pueblo, “sotto voce”, que esa fue precisamente la causa de la muerte de Amancio, pues, tras una noche de frenesí, cogió el camión y se durmió al volante. Aseguran que no sufrió nada, yo diría que murió feliz.

Desde entonces, Angelita homenajea a su esposo en las tapias del cementerio, y, cuando la necesidad la arrebata, se acerca a sus muros para encontrar, ya sea de día o de noche, un alma caritativa que alivia su sed de amor.

Texto agregado el 13-03-2016, y leído por 200 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
11-05-2018 Envidio tu sutileza para tratar el tema satini
13-03-2016 Buen retrato de un costumbrismo no tan irreal seroma
13-03-2016 Enorme poder creativo, admito que me gustó esta historia de amor y desamor. Saludos. clandestino
13-03-2016 Con gran despliegue de amenidad y buenas letras nos describes la hipersexualidad de la protagonista, una mujer que sin duda debió tener la sonrisa, las curvas, las piernas, la melena y los ojos chispeantes de una Miss calendario y que para rematar la lista de virtudes, contaba además con la astucia necesaria para maniobrar y saciar su apetito sin ser objeto de la persecución mojigata que nunca falta en los pueblos pequeños. Excelente y mágica pluma. Un gusto leerte. -ZEPOL
13-03-2016 Gran historia y muy bien contada 5* grilo
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