Mi memoria sabe cosas que yo ignoro. Guarda información secreta que no me dice. Me cuenta cosas que nadie sabe, que no han pasado. En muchas ocasiones he intentado memorizar poemas sin lograrlo. Pero existe un poema, solo uno, que memoricé sin intentarlo. No me parece el mejor pero me gusta. Mi memoria se burla de mí: el único poema que recuerdo habla del olvido. Es un poema apócrifo de Borges que conocí por la novela de Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos. Habla sobre la muerte como otra forma más del olvido. El papá del autor de la novela fue asesinado por paramilitares. Al encontrar su cuerpo, en el bolsillo, el hijo encontró ese poema, y muchos años después escribió la novela para salvarlo.

No sé de qué muerte nos salvan las palabras o los recuerdos, pero es cierto que lo que aún nombramos parece ser más real que lo que todavía nos pasa y no decimos, o no sabemos. No sé qué me quiso decir mi memoria cuando se aprendió ese único poema para dejarme repitiéndolo, pero siempre, después de decirlo, igual que con mis recuerdos, me siento ajeno al tiempo.