La madrugada era extremadamente calurosa, dificultando el sueño. Por las ventanas se filtraba el constante canto de los grillos, mientras una brisa pegajosa agitaba con letanía las cortinas, dibujando sinuosas formas.

Transcurría mi primera noche en aquella mansión. Repentinamente, se escucharon atemorizantes gemidos. Bajo mis pies, el frío del mármol ascendió rápidamente, haciéndome temblar o quizás no era frío, sino temor. Presentí algo horrible, lo que quedó confirmado al oír los gritos de la Sra. Thompson: ¡¡En este lugar hay fantasmas!! Fue tal mi pavor que me alejé rauda atravesando la pared, olvidando por completo mi sábana y mis cadenas.


M.D



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