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Inicio / Cuenteros Locales / JuliaFlorencia / Comida China, parte I: la reconstrucción del pasado

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Hola, antes de comenzar el relato de mi historia aclaro que soy una loca paranoica y algo excéntrica, que nunca encontró su lugar e el mundo y que casi siempre se va sin despedirse. Así que si en el fin o en el transcurso de este relato me marcho no se sorprendan, siempre sin querer hacerlo lo hago, aunque trataré sin interrupciones de contarles mi historia; y me gustaría ser breve pero tengo tantos años privados que desterrar que intentaré que me alcancen los renglones de este infinito bloc de hojas.

No crean que soy ese tipo de "gente" que le gusta divulgar su vida a Dios y a todas las parroquianas que visten sus santos, nada que ver; odio a toda clase de gente, desde idiotas con título hasta ladrones con formalidad, desde monjas que pecan con la fantasía hasta rameras que venden su desnudes al mejor postor, porque al fin y al cabo todas esas aglomeraciones de sujetos corrompen su alma.
En síntesis, el mundo es un vómito y en estos dos años acá, entre paredes acolchonadas y píldoras, tuve tiempo de reflexionar, de crear, de destruir, de soñar y de llegar a la conclusión de que todo hubiera sido diferente de no haber sido YO.

No sé si me van a entender o si alguna vez se sintieron solos y perdidos en este gran universo artificial que sigue girando con nosotros encima, y sincerándome, podría decir que insisto en el hábito de la formalidad, y que soy depresiva y algo inofensiva.

Todavía recuerdo los días en mi habitación esperando un mar en primavera, pero nunca llegó, nunca llegó ese vuelo de gaviotas que como un carrusel mareó mi cabeza, que tanto me destrozó.

Hace un par de meses que tengo el mismo presentimiento, la misma sensación de miedo, que un día de estos me voy a morir, incapaz de aguantar tanta crueldad en el mundo exterior, incapaz de seguir viviendo así, con tanta anestesia invadiendo mi mente, con su ausencia acribillando de recuerdos las paredes, con tanta frialdad expandida sobre mis huesos y con un amor que a través de la locura se logra entender.
Aclaro que si (a) alguno de ustedes le duele o se siente identificado con lo que estoy narrando pueden ahorrarse el sufrimiento y dejar de leer, no le pienso quemar a nadie que no lo requiera la cabeza.

Bueno, comenzaré por el principio donde desembarca mi historia.
¿Quién soy? una de las tantas habitantes anónimas de la ciudad rural denominada Benito Juárez, Simona Garcia, tengo 25 años y era dibujante, escritora y ahora también "asesina de almas", pero terminé acá, en un Instituto Psiquiátrico porque me declararon insana mental, porque amé demasiado la vida casual y porque odié las multitudes; y a pesar de creer poco y nada en los eventos sociales tuve amigos, tuve una familia como también muchas noches de descontrol y bastantes arrepentimientos.

Como describí en el párrafo anterior, tuve una familia, mis viejos se llamaban Vilma y Esteban y me refiero en tiempo pasado a ellos porque ya fallecieron, de hermanos prefiero no hablar. Éramos una típica familia de clase media, vivíamos por calle Jamaica detrás de una fábrica de obreros, nunca entable relación con los vecinos porque eran muy curiosos.

Mi vieja era una aficionada a la comida china y mi viejo, dueño de un almacén, nunca omitía ni media palabra, vivía como en su burbuja de cristal, siempre profesaba que el fin mundo estaba cerca y que los marcianos vendrían a invadir la tierra, raro ¿no?; a pesar de la premonición de sus palabras jamás pudo ver tales sucesos, ya verán porqué.

En cambio Vilma, apasionada por la comida china, caso contrario yo soy vegetariana; se peinaba con rodetes y llena de maquillaje, adicta a todo tipo de perfumes del oriente, aunque rebusqué en mi mente jamás llegué a comprenderla bien. Cada semana traía un chino nuevo para vivir en casa, se dedicaba a la organización de muchos eventos sociales, y siempre tenía algo que festejar, ¡pobre vieja, nunca se ocupó de su familia!

Recuerdo a Esteban escurriéndose en el baño para no ver a nadie, con sus ataques de pánico diciendo a los gritos que se iba a morir, y yo encerrada en mi cuarto escribiendo, sólo escribiendo y algo así de 13 años.
¡Qué descaro el nuestro!, ¿no?, tentar a la muerte y adquirir el hábito de las Letras por repulsión a la Ciencia; era rara y lo sigo siendo, no cambié ni el asco a este mundo ni la sensación temprana de que mi familia era una montaña de estiércol inaguantable.

Mi vieja murió en Año Chino, para ese entonces yo contaba con 18 años de edad, tiempo realmente horrible, se la pasaba tirada en la cama con mucha jaqueca, me intoxicaba ver su cara consumida por el tiempo, seca y con manchas amarillas por todo su cuerpo, parecía de cristal, como si cualquier movimiento involuntario fuera a quebrarla en mil pedazos; los médicos le declararon leucemia terminal.
En los últimos días antes de morir, por los efectos de los medicamentos y el acrecentamiento de la enfermedad ya ni me reconocía. Sus profundos ojos azules demacrados y cansados me generaban mucha impotencia, una imposibilidad malévola de no poder hacer nada por ella, para apaciguar su padecimiento; en un lapso de lucidez me dio de su corto respiro un beso, exclamando que la perdonara por todos esos años en los que estuvo "ausente", y con un te quiero las lágrimas desarmaron sus hermosos ojos.

Murió en Agosto, cuando el cielo abría sus alas para recibir a la lozana primavera, cuando los vidrios de mis pupilas estallaron de ira y dolor, cuando l silencio se apoderó de mis labios y desde ese día dejé de creer que existía un Dios, y afirmo esto porque mi viejo se suicidó a la semana siguiente. Lo encontraron muerto en el piso del baño con una bala metida en su sien, ¡viejo maldito, dejarme sola en esos años retorcidos!, si algo había rebalsado el vaso esa, desfavorable circunstancia, fue la gota.

Con 18 años de edad, una vida agujereada por donde se la viera y con heridas del pasado abiertas de par en par, me alquilé un departamento con la plata que me habían dejado los viejos (vivía de eso), allí llevé todas mis cosas, me la pasaba durmiendo y fumando, de vez en cuando escribía.

Recordaba mucho el pasado, la paranoia era demasiado lacerante para lograr soportarla.

Todos mis amigos (los conocí en la primaria), tuvieron un final triste y cruento; los extrañaba mucho.

LETICIA, era una mina que demostraba poco sus sentimientos, aunque dotaba de una sensibilidad extrema pero gracias a sus anteriores experiencias de vida fue construyendo una coraza para hacerse la fuerte y que nada la perturbara.
La metieron presa por matar a su abuela, la anciana estaba paralítica pero se caracterizaba por ser muy estricta; la descuartizó y le dieron 40 años por eso.

CECILIA, ¡uy Cecilia!, como siempre lo supuse, ésta sabía muy bien el arte de ser puta, vivía revolcada de cama en cama. Con 17 años de edad termino enfermándose de SIDA, y terminó sola, esperando en el umbral de su mirada a la muerte victoriosa, y la acompañé hasta donde pude. Falleció hace 8 años, todavía su recuerdo me persigue; era libre y pagó su precio.

ANGELA, siempre se enamoraba del hombre equivocado, creía en el amor eterno, ¡qué estupidez! , le encantaba conocer gente nueva a través de Internet. Un día, agarró sus pilchas y se mandó a mudar con un tipo casado que conoció en el chat, no la vi más, era muy impulsiva y se dejaba llevar fácil.

LUCRECIA, fue la más centrada de todas, pensaba dos veces antes de accionar en vano, creía mucho en lo de afuera, en lo exterior, en lo artificial. Éramos muy diferentes, jamás se dejó llevar por nadie al igual que nunca se hizo cargo de nada. Terminó la secundaria y se fue a estudiar abogacía a la ciudad de La Plata, desde ese día perdimos contacto.

DOLORES, era muy creyente en Dios pero a la vez sentía mucha repulsión por este mundo. Toda su vida se sintió rara, sentía que nadie la entendía, podría estar callada horas sin pronunciar una sola palabra, nunca se sabía lo que estaba pensando. Tenía una mirada que irradiaba LUZ, como si su alma se hubiera volado a otra parte y sólo su cuerpo fuera el envase.
Terminó en el Melchor Romero, Buenos Aires, con frecuentes alteraciones mentales; la trataron de loca pero yo sigo sosteniendo que no lo consideraba de tal manera, era la primera vez en mi vida que alguien pensaba y sentía como yo.
Incapaz de seguir viviendo se suicidó una mañana de Abril, se pasó de heroína y voló muy alto, le encantaba volar espiritual y mentalmente; creo que le hubiera gustado físicamente pero no tenía alas. Siempre fantaseaba con la idea de que era un pájaro, tal vez ahora esté volando sobre el mar, quién sabe. Fue la pérdida que más lamenté.

Todas tuvieron su cruz, su historia, pero ninguna se despidió, tal vez creían que nos íbamos a volver a ver. Siempre odié las despedidas pero estaba segura de que el próximo círculo del infierno estaba reservado a nuestro nombre. No puedo culparlas de nada.

Texto agregado el 11-03-2016, y leído por 178 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
11-03-2016 La historia promete ser interesante y como lo señala Grilo, se lee con rapidez. Por la forma como describes a Simona, el personaje central de la historia, como “la loca paranoica”, el lector sabe, de antemano, que el relato no será nada ortodoxo. Paso al capítulo II. SOFIAMA
11-03-2016 Se lee fluido. Una vida dura...5* grilo
11-03-2016 Seguiré con las otras partes. Saludos! TuNorte
11-03-2016 Ay me gusto mucho. artemisanew
 
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