Desde afuera veo con añoransa los recuerdos de un pueblo que no sera jamas, el mismo del que me marche: los arboles, las calles, los vecinos y el rio.
A este exilio voluntario, me he resignado, buscando un sueño, una oportunidad, que en mi tierra se me nego.
Opaco de tanto estar encerrado, tiritando de frio, mi ojos aguados, desgastados de tanto ver el gris del vecindario, pero me quedan los recuerdos y una esperanza que siempre se me aleja. Tengo la inapetencia de esta comida que no siento mia, la imaginación y la esencia, mi musica que vibra hasta fondo de mis entrañas, como se me corre el lloro por las mejillas de tanta nostalgia y de socorro por el hastío de tantas cosas que no entiendo, que no son mias, es otro suelo, otra bandera; vagas ideas del exiliado.
Hablo con ellos, se ponen alegres y yo triste en la simulacion de un gozo que no tengo, y los extraño, como los extraño, como si me faltara el aire y del corazon un pedazo. Ellos anhelan venir y yo ir, no lo entiendo, un torbellino en mi cuarto, se van las voces y las imagenes del monitor y de nuevo solo, en medio de un pais que no me quiere, pero que se aprovecha de mi y de mis paisanos, inmigrantes latinos, mal pagados, bufados, abusados, denigrados, discriminado, y simpre mal mirados.
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