Comíamos pan y carne de nuestra propia carne.
Carne, la sábana disfrazada de tu piel.
En tus manos me quedaba mirando la fotografía de mi mano.
Nos amanece en esta casa. La luz comienza a colarse por las rendijas, nos alcanza como la orilla transparente de las olas oníricas.
El fuego negro acaba. Y la luz te hace desaparecer.
En mi ansiosa lengua guardo la última palabra que bendice tu partida…
Texto agregado el 09-03-2016, y leído por 157
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