SOLO UN DECIR
Cada año por estas fechas surge en forma “espontánea” una crisis de reconocimiento hacia la mujer y lo que supuestamente representa para la generalidad. Las feministas de cepa, las de profesión que viven como reinas sin trabajar, becadas por organizaciones internacionales dizque para defenderlas, las de gabinete con pc, las ocasionales, las despistadas y por supuesto muchos hombres solo por hacerse notar, alzan la voz en forma estentórea exigiendo mejor trato para las mujeres. Claman igualdad, justicia, oportunidad de trabajo y muchas cosas más. Para luego pasado algunos días guardar oprobioso silencio ante el trato desigual generalizado en que viven todavía cientos de mujeres.
Será en estos próximos días cuando voces feministas y feminoides nos recuerden como recurso de convencimiento y de adoctrinamiento que las mujeres son paridoras, que sangran mensualmente y son además las castigadas por un Dios vengativo por pecadoras, por el grave desliz de haber inducido al “pobre hombre” a realizar lo prohibido.
Aparecerán también las y los exigentes quienes reclamarán absoluto respeto hacia las mujeres por el simple hecho de serlo, serán en su hipocresía estrictos defensores de lo indefendible, porque la mala condición humana no es cuestión de género sino de individualidad. Si no fuera así, no habría mujeres asesinas, defraudadoras, infieles, ni existirían tampoco centros penitenciarios femeninos.
Las mujeres, miles de ellas, son seres extraordinarios, la genética, la convivencia social, la preparación académica y otros factores más le han favorecido ese status. Pretender sojuzgarla al rol de antaño donde la prevalencia del discurso llamado androcéntrico o falocéntrico, las relegaba a un segundo término es denigrante para quien lo intente.
La mujer es pues un ser excepcional, merecedora de respeto, consideración y admiración así como de señalamiento y recriminación cuando sea necesario. La mujer no necesita ni ha pedido por cierto un día especial para ser festejada, con solo darle la oportunidad en el momento y forma, ellas seguramente demostraran su valía. Como tampoco necesita de defensores extraviados en el discurso de la misoginia dizque para evidenciar a quienes se refieran al lado oscuro de la personalidad de las mujeres. Entonces se es o no se es, por un lado se propugna por la igualdad de género y luego esos retrógradas claman por el trato blandengue y proteccionista de no “tocar ni con el pétalo de una rosa” a esas mujeres que desmerecen tal condición.
Me queda en el tintero mucho que decir, por ejemplo el antecedente histórico y filosófico del discurso feminista, la conceptualización de Género desde la perspectiva moderna-feminista y un subtema que en nuestro entorno merece ser tratado, el discurso feminista y la literatura.
Porque las mujeres sienten lo mismo que los hombres, ellas también necesitan ejercer sus facultades poéticas y narrativas. No se les debe confinar a educar hijos y nietos, ni hacer pasteles y cocinar, tejer calcetas o tocar el piano, se le debe dar la oportunidad y valorar su esfuerzo en el ámbito literario. Tal vez de entre todas las mujeres que participan en este sitio, surjan una o muchas escritoras que logren trasponer las imágenes literarias tradicionales y estereotipadas de siempre y nos sorprendan gratamente con textos como “Un cuarto propio” de Virginia Woolf o “Si esto es la vida, yo soy caperucita roja” de Luisa Valenzuela:
(…) Mi madre me ha prevenido, me previene. Cuídate del lobo, mi tierna niñita cándida, inocente, frágil vestida de rojo (…) ¿dónde vas caperucita con esa canastita tan abierta, tan llena de promesas?, me pregunta el lobo, relamiéndose sus fauces. Andá a cagar le contesto, porque me siento grande, envalentonada…”
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