LA VERGÜENZA DE SER ARGENTINO
Estas palabras no tratan de generar polémica alguna, sólo tratan de reflejar mi pensamiento y el de muchos otros compatriotas, que por estar usted lector de acuerdo o no, no serán mis estrofas más o menos válidas que las de cualquier otro.
Para el que vive en mi país y para el que no, les voy a contar acerca de los dos debates que dominan el común de la opinión pública de los últimos meses. Uno es el llamado “problema de los piqueteros”; el otro se lo conoce como “las marchas de Blumberg” y los dos tienen que ver con ese fenómeno nacional sucedido a finales de diciembre de 2001 conocido como “cacerolazo”.
Yo intento demostrar que el mencionado cacerolazo y las marchas de Blumberg no son manifestaciones donde se muestra que el pueblo argentino está de pie o que el pueblo unido jamás será vencido o que la gente se está movilizando porque está cansada de algunas cosas, sino que el pueblo argentino es muy egoísta y que es lo menos unido que puede haber.
Las marchas de Blumberg
Para aquel que no conozca del tema haremos un pequeño resumen. Todo comenzó con el asesinato de Axel Blumberg, un adolescente argentino víctima de la ola de secuestros que sufre nuestra nación y por lo que varios periodistas y varios grupos poderosos ya se han apresurado a comentar que “la Argentina es una nueva Colombia”, en referencia a los miles y miles de secuestros que se producen en aquel país a manos de las fuerzas revolucionarias o de grupos que manejan el narcotráfico o de grupos paramilitares. Volviendo al tema principal, Axel fue muerto por sus captores a pesar de que su padre pagó el rescate que le pedían. A partir de ese momento, Juan Carlos Blumberg se transformó en abanderado por el pedido de seguridad en el país, convocando a varias marchas, pidiendo por más justicia y por una serie de cambios en las leyes argentinas. Los actos a los que él convocó, el último de 70 mil personas pero los dos anteriores superando ampliamente las 150 mil almas, fueron los más multitudinarios que se recuerden en los últimos años. La gente está cansada de la inseguridad, es cierto, la población está harta de que los ladrones y secuestradores anden sueltos, es cierto, está podrida de los policías corruptos y asesinos, es verdad. Entonces, ¿por qué estar en contra de estas marchas? Sencillamente porque lo que grafican es el egoísmo de los argentinos, que fueron a la plaza de Mayo no sólo apenados por lo de Blumberg, sino más que nada temiendo que a ellos les pudiera pasar algo similar, porque sintieron que Blumberg podía ser cualquiera. ¿Y qué tiene de malo? se preguntará usted. Yo le explico, querido lector, antes que este caso hubo otros miles de casos parecidos y los padres de aquellos chicos también hablaron por todos los medios y convocaron a marchas, pero obtuvieron un resultado casi nulo frente a los obtenidos por Blumberg. ¿Y por qué? Simplemente porque aquella gente vivía o en el interior del país o en alguna barriada de clase media baja de la provincia de Buenos Aires. Entonces el común de los argentinos pensaba “eso a mí no me va a pasar” o “la inseguridad está lejos”. Muchos se preguntan y yo adhiero a esa interrogación: ¿cuánta gente hubiera ido a las manifestaciones si el chico asesinado hubiera sido morocho, de tez negra, de clase baja y no rubio, de ojos celestes y de uno de los mejores barrios de Bs As como Axel Blumberg? Que se entienda, es lógico y comprensible el pedido de justicia de un padre herido, al que le han arrebatado a su ser más querido de la manera más bruta y cobarde. Lo que no es correcto es interpretar los actos como la unión del pueblo argentino pidiendo justicia, cansado de la injusticia. Cada uno fue por sus propios miedos, por su propio temor a que algo le ocurra a su familia.
Y si no les cierra mi idea me remito a dos ejemplos:
1) Hace pocos días se efectuó una protesta porque todos los acusados por el atentado a la AMIA fueron absueltos, en lo que constituyó el juicio más importante y largo del país en los últimos 15 años. Que queden libres personas que pueden haber tenido que ver con el preparado de un atentado y mataron a más de 80 personas en la sede de la mutual judía nacional, ¿no es la muestra más cabal de que nuestra patria es insegura? Que hayan sido correctamente absueltos, no por no tener nada que ver sino por los errores cometidos por varios jueces nacionales, ¿no es el ejemplo más claro de que está fallando la justicia? Sin embargo, esa marcha no llevó ni la mitad de gente que las de Blumberg, seguramente porque nadie piensa que le puedan poner explosivos cerca de su casa, entonces “si no significa un peligro para mí, no me importa”. O lo que es peor, “esa bomba fue para los judíos entonces a mí nunca me va a tocar porque no soy de esa religión”.
2) En nuestro país existen 40 mil desaparecidos, macabro balance que ha dejado el terrorismo de estado que debimos padecer la década del 70 y parte de los 80. Años después, todos los asesinos fueron presos pero vino el ex presidente Carlos Menem y les dictó el indulto, dejando a todos en libertad: secuestradores, torturadores, asesinos, corruptos, ladrones. Todos en la calle. Recuerdo el acto que se hizo en contra del indulto y sólo había 40 mil argentinos en esa plaza. Y también estábamos hablando de inseguridad y de injusticia, pero la mayoría estaba pendiente de cuál electrodoméstico se podía comprar en cuotas gracias al engañoso plan económico que llevaba adelante el gobierno de turno.
Me he referido en este artículo a uno de los fenómenos más importante en la Argentina por estos días. En los próximos días le contaré a quien le interese leer, de los piqueteros y de aquel famoso cacerolazo que derrocara (¿que derrocara?) a Fernando de la Rúa.
Me gustaría corregir el título, en vez de “Me da vergüenza ser argentino” debería ser “Me da vergüenza el pueblo argentino”, o sea que en la próxima edición puede aparecer con un nombre o con el otro.
Espero su comentario respetuoso.
La juanita.
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