Cuando tuvo noticia de su muerte no dijo nada, tan solo recordó la conversación del día anterior con su amigo:
-“me gusta tomarme las cosas con calma, sin prisas, hay tiempo, ya le diré que la quiero”. -
Y ahora cada palabra le escocía en el corazón, era como si un ácido le corroyera las entrañas y un nudo en el estomago amenazaba con ahogarlo. Que estúpido había sido, que inocente, penso que la vida podía esperar, y no es así, no hay nada que detenga tu destino, no hay ninguna buena razón por la que se digne a esperarte, ni siquiera el amor. Y no podía hacer nada, ya era demasiado tarde, el mundo seguía girando y el dentro sentía que en cualquier momento la fuerza de la gravedad dejaría de abrazarlo y saldría disparado hacia la infinita oscuridad del vacío, de la desesperación, de la frustración, del desaliento, sin fuerzas para arrancarle otro poquito de alegría a la vida. Olvido los motivos que todos tenemos para seguir aquí, para no dejarse vencer por la invencible e irreductible realidad. Y no dijo nada solo recordó.
Recordó aquellas miradas de reojo, aquellos profundos ojos, la descarga de felicidad, el hormigueo en el estomago cuando la casualidad hacia que se encontrasen, entre tanta gente. Su sonrisa que contagiaba, sus labios rosados se estiraban dibujando una exquisita curva entre sus pómulos pronunciados, iluminando su mente y estimulando su imaginación, como seria besarlos, que sensación tan agradable, que sabroso bocado. A veces se perdía en la contemplación de su rostro y quedaba embargado por sentimientos de felicidad mientras observaba absorto cualquier detalle de su oscura tez, dorada como material precioso, el mismo con el que se forjan los sueños. Sus sueños, en los que se dejaba mecer despierto mientras la admiraba. Y ahora todo había quedado reducido a recuerdos, todo lo que ansiaba en la vida y que ya no podría tener mas que allí, en ese lugar donde la realidad cobra mas fuerza y se viste con las prendas de la ilusión.
Tras la funesta noticia quedo sumido en un extraño letargo. Su mirada perdida, la expresión en un gesto mezcla de rabia e impotencia, tristeza y ensoñación. Su boca se relajaba y tensaba haciendo que le temblaran los labios, como intentando inútilmente abrirlos para coger aire, para agarrarse de algún modo a la inconsistencia de una tabla de naufrago invisible que lo salvara de morir ahogado en medio de un temporal de dolor. Pero ninguna palabra surgió de su boca, su mente divagaba a tal velocidad que las palabras se agolpaban, empujándose unas a otras, y formando un tapón que le atenazaba la garganta. Y solo podía pensar en ella. En su mente afloraban imágenes suyas, tan bonita, sentada a su lado en la mesa de aquel bar que frecuentaban, donde la conoció de verdad, donde tomaron tantos cafés, donde barajaron tantas cartas, donde rieron tantas bromas y compartieron tantas cosas... Pero todo había acabado y solo le quedaban sus recuerdos tan reales en ese momento que le parecía imposible que no fueran la realidad, penso que todo era un sueño y que sus recuerdos eran lo real, que en cualquier momento despertaría y la vería de nuevo removiendo su café, con leche y dos de azúcar, era tan dulce... proponiendo por lo bajini hacerse un porro en el local, ir en contra de las normas.
La vio como revolucionaria, en medio de la selva, con el verde de sus ojos disputando en belleza con la naturaleza, con un rifle al brazo y por las noches en el campamento él soñando con ser rifle y poder ser abrazado. Y la vio corriendo, sin cansarse, a través de ciénagas peligrosas con una sonrisa en la cara como cuando salían de copas y ella era la que mas aguantaba, siempre bailando, danzando y dispuesta a alegrarle la vida a uno dedicándole un baile. Apareció ante sus ojos enfadada, regañando y malhumorada sin explicación, poniendo firmes a hombres guerrilleros que no podían otra cosa que mirar embobados sus movimientos y asentir para darle la razón. Tenia un buen genio pero se imponía con buenas maneras, que pena que al final la muerte la convenciera a ella. Que pena de tantas cosas, que pena, las cosas que no se dijeron, que pena, las cosas que no se hicieron, que pena, todo lo que quedo por aprender, que pena de espera, que pena de final, que pena habitaba en su alma, que pena que no podía olvidar...
Cuando tuvo noticia de su muerte no dijo nada solo recordó, y la rabia contenida termino por explotar y la onda expansiva lo hizo salir corriendo. Corrió y corrió, y cuando abrió los ojos, un abismo se aparecía ante él, la oscuridad lo alcanzaba, le temblaron las piernas. Las luces de los coches de debajo del puente lo cegaban y detrás solo le aguardaba la desesperación, no tenia salida. El viento le susurraba que saltara, hasta el viento sentía la tragedia suya y comprendía el porqué, él, al que nadie puede tocar aunque a todos toque, entendía la soledad. Y saltó.
Cuando despertó el frío le había dormido el cuerpo, estaba empapado de sudor y las sabanas yacían tiradas a un lado de la cama, había vuelto a soñar con ella. Hacia ya mas de una eternidad de todo aquello, de esa maldita boda, del comienzo de su maldita existencia. Nueve años atrás había intentado evitar un casamiento, el de una amiga suya y un hombre, un vástago del infierno al servicio de su infelicidad. Siempre la quiso pero nunca se lo dijo y el remordimiento lo seguía atormentando recordándole su cobardía. Pero ya pago por aquello tanto tiempo atrás, perdió a su amiga y con ella se fue todo lo bueno que en él había habido y este hecho repercutió en el resto de su vida, fue como los dibujos que hacen los chinos con piezas, al caer la primera el resto fue cayendo detrás. Ahora no tenía nada, o todo carecía de sentido y nada valía la pena, y sus sueños le pedían e insistían que dejara de sufrir, que pusiera fin a tantos tormentos, eso decían los sueños a través de pesadillas de suicidio. Pero no tenía pensado morir, aprendería de su suerte o moriría infeliz, o levantaba cabeza o vivía agachado pero no, jamas dejaría la vida, eso sería rendirse y si hay algo peor que la cobardía, es ser cobarde dos veces. O eso pensaba él, y no tenia nada mas que eso para mantenerse vivo y así fue hasta que murió.
Y este es el Fin, hay historias que no acaban ni bien ni mal, donde el amor no triunfa y no se comen felices las perdices, quizás un congelado en el micro sí. Y es que hay veces que tomamos decisiones y nos equivocamos, y hay veces que estos errores no tienen arreglo y debemos vivir con ello. Yo pienso que la cobardía no es algo malo, es totalmente normal, lo malo es no aprender de ella, de sus errores. La moraleja de la historia es como el gris, mezcla de luz y oscuridad, no indica el camino pero tampoco quiere hacerlo desaparecer, ni da esperanza, ni la pretende quitar. Es solo una posibilidad mas. Tú verás lo que piensas .
FIN
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