El que tiene sangre en las venas
desespera,
te aconsejo
que tires las banalidades del mundo
a la hoguera.
La impaciencia es un roedor en la conciencia
e implacable es la injustificación
de tu indiferencia,
y si deseas la fidelidad que te profeso,
pagaras el precio de tu libertad
ante los ángeles caídos
que maldecidos fueron por la ira de los cielos.
Te hablaré
con la verdad erupcionando entre los dientes,
olvidaré la proyección que has sido en mi mente,
y ofrendaré a los mendigos y poetas
los inciensos primitivos
que asediaron las praderas de mi piel ardiente.
Mis sentidos
son mares que no esperan
a la quietud de tu naturaleza,
necesité que fueras fertilidad,
pero tus encantos fueron falsas proezas,
innecesarias hazañas
ante la dimensión de un universo
que te brindaba sus riquezas.
Tal vez te sorprenda,
pero la peregrinación de mi alma hechicera
es trascendencia,
pereció sufrimientos y beatitudes
que hincaron su fortaleza,
fue laceración de la carne
cuando, aún, no se habían fundado las iglesias
ni las catedrales que radicarían en blasfemias,
fue designio del amor y sus artes.
Antes de vos
fui barro en la madre selva,
por tal motivo desisto de tu espera,
hace tanto tiempo que he llegado de vuelta
que si vieras mi verdadero rostro
te revolverías en tu propia esencia.
No me desesperes
porque perderé la cordura
y me iré
profanando los pergaminos de la locura,
te arrancaré el corazón
y jamás podrás amar en otra vida,
te dejaré impregnado el sabor de mis labios
para que tus besos
tengan el hedor de mis heridas.
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